Tenerife desde el mar (1776). Historia de un cuadro y de sus alrededores

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Este óleo sobre lienzo, que se halla en el Yale Center for British Art (un museo de arte en la Universidad Yale, en New Haven, Connecticut, Estados Unidos), fue pintado por John Webber (1751-1793), en el verano del año 1776. El cuadro no se encuentra a la vista en las salas de exposición, sino en el archivo de la institución. Si amplía la foto, podrá observar al Castillo de Paso Alto y otras construcciones militares diseminados por la costa de Santa Cruz de Tenerife, para defenderla de ataques piráticos o de los navíos de naciones europeas que entraban en guerra con España.

Webber llegó a Tenerife con el capitán James Cook, el cual iba al mando del velero Resolution, en viaje hacia Tahití. Fue el último viaje de Cook. Le acompañaba como contramaestre el cruel William Bligh y el capitán Charles Clerke  que comandaba otra embarcación. Bligh se hizo famoso más tarde, al sufrir un motín a bordo del navío Bounty, sobre el que se ha rodado una famosa película.

Con ellos viajaba Omai, un indígena tahitiano que había acompañado a Cook a Londres, en su anterior viaje. Cuando Omai desembarcó en Santa Cruz de Tenerife, no se separaba ni un segundo de Cook, como si temiera perderlo de vista en cualquier momento. Nada más lejos de la realidad, puesto que Cook lo llevaría sano y salvo hasta su isla natal. En esa época, era muy habitual la escala en Tenerife de navíos británicos comerciales, de guerra o de exploración. Una de las razones para esta escala era comprar el estimado Canary Wine (vino Malvasía) que se consumía a bordo de las naves británicas de forma habitual.

En el puerto de Santa Cruz, se encontraron con que una expedición francesa, al mando de La Borda, tenía desplegado un buen número de instrumentos de observación, puesto que esa misma noche del 30 de julio de 1776 se producía un eclipse lunar.

Cook no regresaría de ese viaje, porque los hawaianos lo mataron y se lo comieron, después de que el inglés les infringiera graves ofensas, secuestrando a su rey, a pesar de que éste había acogido a los extranjeros con gran hospitalidad.

COOK POR WEBBER
El capitán James Cook, pintado por Webber.

Como diseñador, Webber se encargó de ilustrar el viaje. Finalmente, el capitán Clerke logró llegar con los dos navíos a la capital británica en el año 1780. He aquí un texto de mi novela CANARIAS que relata la llegada de la expedición de James Cook a Santa Cruz de Tenerife.

Santa Cruz de Tenerife

Lunes 22 de julio de 1776

El teniente de navío francés Jean-Charles de la Borda se encuentra al mando de la fragata La Boussole. En la rada permanecen otros quince barcos fondeados. La Borda ordena plantar una tienda en el mismo muelle y la gente observa con curiosidad una serie de instrumentos astronómicos que los galos comienzan a ensamblar. Varios hombres bajan de La Laguna al enterarse del acontecimiento.

Algunos traban conversación con José Varela –un español que acompaña a La Borda-– mientras otros observan las maniobras de los galos desde la terraza del Águila italiana comiendo golosinas y helados o saboreando uno de los sabrosísimos refrescos que prepara Fancesco Chiaro con nieve del Teide. Allí se encuentran el alcalde real, Santiago Clemente del Campo: el juez de Indias, Bartolomé de Casabuena y Mesa: el alcaide del castillo San Cristóbal y marqués de la Fuente de Las Palmas, Alonso Chirino de Sandoval: el teniente coronel Matías de Gálvez, nuevo alcaide de Paso Cruz: Garrick, comerciante británico:…

Una vez saciada la curiosidad de los isleños los días pasan monótonos en Santa Cruz bajo la canícula veraniega. Solo viene a turbar esta paz la partida del mitrado Servera el día 23 de julio. El obispo embarca por el muelle de Garachico con dirección a la isla de La Palma y –aunque nadie lo confiese abiertamente– clérigos y autoridades respiran aliviados al verse libres de semejante dolor de cabeza.

El día 30 los franceses tienen montado un gran escándalo alrededor de su tienda de campaña instalada en el muelle. Al parecer no se ponen de acuerdo sobre el lugar dónde se debe ubicar sus instrumentos para observar esta noche el eclipse total de Luna. Y como eran pocos en el muelle arribaron los ingleses. Acompañado de varios oficiales sube las escalerillas del muelle el capitán James Cook que viene al mando de dos buques de la Armada de Guerra británica: el Resolution y el Adventure. Santa Cruz se va pareciendo cada vez más al escenario de una comedia de aventuras.

Con los británicos desembarca Omai: un aborigen de la isla Oteheite. En un viaje anterior Omai subió a bordo del Adventure y el capitán Tobías Furneaux no tuvo manera de obligarle a bajar. Así que Omai se fue a Inglaterra y una vez allí se dedicó a comer y beber en las principales mansiones de Londres invitado por los curiosos aristócratas. Puesto que Cook había decidido regresar a la India las autoridades británicas pensaron que lo mejor sería devolver a Omai a su isla natal con el objeto de poner los dientes largos a sus compatriotas contándoles las maravillas de los civilizados ingleses.

Desde que desembarcó Omai no se aparta un solo instante de Cook. Cuando los tinerfeños hablan con el famoso marino británico este les refiere sus razones para llevar a Omai en esta navegación.

–Como tendremos que tocar nuevamente las Islas de la Sociedad se determinó no perder la única oportunidad de llevarle de vuelta a su país. Lo cierto es que Omai se subió al barco en Londres con una mezcla de pena y de satisfacción.

Esa noche los franceses realizan sus observaciones de manera milagrosa puesto que en los alrededores del muelle andan los marineros ingleses dando traspiés y canturreando debido al aguardiente que han trasegado en la taberna de la grancanaria Manuela Falcón: recién inaugurada: situada entre la Plaza de la Pila y la iglesia de la Concepción: no tiene pérdida.

No van solos los ingleses. Les acompañan unas cuantas chicas muy alegres y la más de todas es La Capitana: a pesar de su juventud ya es la jefa indiscutible de cuanto rufián infecta el puerto. Los ciento doce tripulantes que seguían a James Cook hasta hace unas horas están en estos momentos detrás de la muchacha dispuestos a entregar la vida y hasta el oro si preciso fuera. Y lo será. Tanto éxito la tiene arrebatada por completo.

–Y si quieren ver buenas tetas –grita en el tono de voz más vulgar que pueden emitir sus venenosas cuerdas vocales– mañana se me asoman por Los Lavaderos: ahí detrás de la huerta de Los Melones: allí las mujeres se quitan las sayas y los corpiños para trabajar más cómodas. Nosotras hacemos lo mismo, compadres, pero salimos más baratas porque nadie pone multas por mirarnos ni por manosearnos siquiera. ¿Me escuchas, Bill?

Bill es nada menos que el capitán William Bligh: famoso por su dureza. Con el semblante sombrío pasea por cubierta moviendo su gran mata de pelo rubio atada con un hilo de bramante a la altura de la nuca. En realidad Bligh no ha desembarcado pero La Capitana se ha enterado de su existencia y solo sueña con pasar la noche en el camarote principal del navío Adventure aunque sea ella quien pague.

Cook se dedica en los días siguientes a comprar paja y grano para el ganado que lleva a bordo. También adquiere carne de buey terneros vivos uvas peras higos plátanos moras calabazas cebollas papas maíz víveres de todo tipo y vino. Ningún inglés que se precie de serlo pasará por Canarias sin llevarse al menos una pipa de Malvasía.

–Y todo me parece barato –le dice Cook a Bligh mientras este comprueba el estado de un marinero que tiene colgado por los pies en el mascarón de proa–. Los precios son más razonables que en Madeira y los productos mejores.

–La cerveza no es nada del otro mundo –responde Bligh malhumorado.

–Es verdad que está demasiado floja pero los vinos son mejores que los madeirenses. Y valen a mitad de precio.

–Yo no bebo vino, mi amigo. Le aseguro que ninguno de mis hombres va a probarlo mientras se encuentre a bordo de este navío ¿No es cierto, Marlon?

Marlon se halla cabeza abajo. Tiene los tobillos desollados por una cuerda que lo suspende en el aire pero sabe que si no contesta habrá una ración extra de castigo.

–Sí, señor, digo no, señor Bligh, ningún marinero probará el vino en el Adventure, señor.

–Así se habla, señor Marlon. Está usted aprendiendo a comportarse como un marinero de Su Majestad.

–Sí, señor Bligh. Gracias, señor Bligh. Dios salve a nuestro Rey y a sus valientes capitanes.

Cook vuelve a la chalupa mientras piensa que uno día u otro este capitán va a tener un problema de envergadura cuando a algún marinero se le indigeste un castigo. El día 2 de agosto Anderson, el médico que acompaña a Cook, y tres acompañantes alquilan mulas y se dirigen a La Laguna. Antes de ir a dormir el doctor refleja esta visita en su diario de viaje.

La Laguna se llama así por un lago cercano; está a unas cuatro leguas de Santa Cruz. Llegamos allá entre las cinco o las seis del atardecer, pero fue un viaje no fácil que no nos compensó de nuestras molestias, porque la carretera era mala y las mulas indolentes. La población es desde luego espaciosa y hermosa, pero difícilmente se puede calificar con el nombre de ciudad; la disposición de las calles es muy irregular, aunque algunas de ellas son de tolerable anchura, y tienen algunos buenos edificios. En todo caso y en general, La Laguna es de inferior apariencia que Santa Cruz, aunque esta es mas pequeña si se la compara con aquella. Nos informaron que La Laguna está decayendo rápidamente, y donde antes había casas hay ahora algunas viñas, mientras que Santa Cruz crece cada día.

[…] Yo pude experimentar cómo varía la temperatura del aire solo con caminar desde Santa Cruz a La Laguna y se puede seguir ascendiendo hasta que resulte intolerable. Se me aseguró que nadie puede vivir cómodamente dentro de una milla alrededor de perpendicular de la cima del Teide después del mes de agosto.

[..] La costumbre española de vestir ropas negras continúa entre ellos, pero los hombres parecen más indiferentes, y en alguna medida visten como los franceses. En algunos aspectos hemos hallado a los habitantes de Tenerife como un pueblo decente y muy civilizado, que conservan el aspecto grave que distingue a los de su país con los de las naciones europeas. Aunque no creemos que haya gran similitud entre nuestras costumbres y la de los españoles, es de valor observar que Omai piensa que no hay mucha diferencia. Él dice solamente que no parecen tan amistosos como los ingleses, y que en sus personas, se acercan a las de sus paisanos.

El día 3 de agosto, baja de La Laguna Lope Antonio de la Guerra. Le corroe la curiosidad de ver a Cook: un marino precedido por una fama extraordinaria: un héroe que ha dado varias veces la vuelta al mundo: un aventurero ilustrado que lo mismo se come una serpiente cruda para cenar que lee a Voltaire en el desayuno. A su vez el famoso capitán establece contacto con varias personas de La Laguna e incluso sube a la Ciudad para recoger apuntes.

A la mañana siguiente Cook prosigue su viaje. Unos días más tarde el francés La Borda también sale a navegar con su barco cargado de relojes. No es aventurado pensar que La Borda no solo pasó por esta tierra a determinar la altura precisa del Teide sino a confeccionar el primer mapa exacto de Canarias. Sin embargo es imposible averiguar si se oculta algún proyecto militar detrás de esos mapas.

La medición del Pico de Tenerife no era un objeto de pura curiosidad para nosotros, pues de ello dependía esencialmente nuestro trabajo náutico. Nos era indispensable conocer la elevación exacta de ese volcán, para sacar partido de las observaciones de altura aparente que habíamos hecho en varias puntas de las islas de Tenerife, Gomera y Canaria, que habían de servir para fijar las longitudes y latitudes de esas puntas… (La Borda)

Para hallar la distancia entre La Gomera y Tenerife La Borda procede de manera parecida a como el lego Cristóbal y Antonio José obraron para medir la torre de La Concepción. Lo primero que hace es ir a San Sebastián de La Gomera. Como conoce la altura del Teide puede averiguar la distancia desde San Sebastián a la base del Pico. Después calcula las distancias desde otras islas y confecciona un mapa muy exacto.[1]

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NOTAS

[1] Manuel Mora Morales: Canarias. Editorial Malvasía. Islas Canarias. 2012.

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