La Roma que conoció Ruiz de Padrón (1). Fotos y comentarios

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En los años que van desde la Revolución Francesa hasta la invasión napoleónica de España, Antonio Ruiz de Padrón visitó varias ciudades europeas. Tras la vuelta de su periplo americano (Filadelfia, Baltimore, Nueva York, La Habana), Ruiz de Padrón abandonó la orden franciscana, residió un tiempo en Madrid y, a continuación, se dirigió a Italia. Durante un tiempo, residió y estudió en Roma.

Sin duda, este edificio debió de ser visitado, más de una vez, por Antonio Ruiz de Padrón. Se trata de la Embajada de España ante la Santa Sede. Creada en 1480, esta embajada es la misión diplomática más antigua del mundo que se mantiene abierta en la actualidad.

La Orden de los caballeros de Malta tuvo (¿aún tiene?) cierto peso en la política europea y eclesiástica. A ello se debe que haya países que mantuvieran con dicha orden relaciones diplomáticas al más alto nivel.

En 1647, los españoles adquirieron en una subasta pública este de los Monaldeschi por 22.000 escudos romanos. Poco después, para ampliar el edificio, se compraron otras cuatro casas junto al palacio que fueron reformadas en 1654.

En la actualidad, continúa prestando el mismo servicio, si bien en este año de 2011 se están realizando obras de restauración. Por el momento, las visitas se reciben en este despacho exterior.

Vista de la Columna de la Inmaculada Concepción, desde el portal de la Embajada Española ante la Santa Sede.

Las escalinata Trinidad dei Monti en la Plaza de España están siempre muy concurridas, especialmente a las horas del atardecer.

Otra perspectiva de la misma escalinata que tantas veces transitaría Ruiz de Padrón. La Embajada española ante la Santa Sede se encuentra abajo, un poco a la izquierda. La Embajada española ante el Gobierno de Italia tampoco se encuentra lejos.

Fuente de la Barcaza en la Plaza de España. La obra se finalizó en 1627, para conmemorar la llegada a la plaza de un barco cuando se desbordó el río Tíber en 1598.

Fuente de la Barcaza, en la Plaza de España, con fuentes que emergen en la proa y en la popa de la escultura.

Plaza de España con las escalinatas y la iglesia de la Trinidad dei Monti, al fondo.

Iglesia de la Trinidad dei Monti.

Rincón de la Plaza de España.

Un carruaje espera, como en los viejos tiempos, clientes para recorrer los antiguos empedrados de las calles romanas.

Entrada trasera del Caffé Greco.

A pocos metros de la Plaza de España, abre sus puertas el Caffé Greco, uno de cuyos amabilísimos camareros aparece en primer término, con corbata de pajarita.

Exterior del Caffé Greco, en la Via Condotti, fundado hace 250 años, en el siglo XVIII.

Otra imagen del Greco, en cuyo interior también pueden comprarse exquisitos dulces.

El joven Goethe, durante su estancia en Roma, era uno de los clientes del Caffé Greco, donde se formaban animadas tertulias de ilustrados.

Un ángulo de una de las salas del Caffé Greco. La estancia de Antonio Ruiz de Padrón en Roma pudo coincidir con la de de Goethe y no es improbable que se hayan visto e incluso hablado en alguna de estas salas. Sobre todo, teniendo en cuenta el interés de Goethe por Canarias, cuna del protagonista de su obra de teatro «Clavijo». ¿Existía algún otro nexo que los relacionara? Probablemente, sí, como se desvela en la novela Nuestro Ruiz de Padrón.

El Castillo y el puente Sant’Angelo que, ornamentado con sus famosas esculturas, conduce al Vaticano.

Otra vista del mismo puente y del castillo Sant’Angelo, propiedad del Varticano.

Detalle de escultura en el puente de Sant’Angelo.

Detalle de escultura en el puente Sant’Angelo.

Detalle del grupo escultórico del puente Sant’Angelo.

Otro detalle del grupo escultórico del puente Sant’Angelo.

Monjas y novicias de todo el mundo recorren Roma de manera continua. Por fortuna, ya no corre peligro inminente su virtud: Casanova murió hace varios siglos.

CONTINÚA EN…

La Roma que conoció Ruiz de Padrón (2)

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