Cambio la final de la Copa del Mundo por un concierto de Shakira

Podría afirmarse, parfraseando a Karl von Clausewitz, que el fútbol es la continuación de la religión por otros medios. Y es que las creencias deicistas que antaño dominaron el mundo, ahora son pecata minuta, comparadas con el deporte rey. Caído Osama Bin Laden, el último profeta con fundamento, las almas que penan en este valle de lágrimas quedan por completo en manos de la Fifa (he dicho Fifa y no Cia, ¿Ok, Obama?).

Los últimos fieles que intentan servir a sus dioses y al fúbol, al mismo tiempo, se ven en la imposiblidad de contemplar en directo los partidos de los fines de semana. Tarde o temprano, como sucedió en el Imperio Romano, abandonarán las antiguas creencias para entregarse en cuerpo y alma al Fútbol con mayúscula. Ya lo están haciendo, y en desbandada. Lo harían aunque tuvieran que ofrecer votos de castidad.

¿Cómo puede competir la calva de San Pedro con la de Guardiola o el mal genio del arcángel San Miguel con el de Mouriño? Y los once apóstoles (Judas, ya se sabe, siempre está en el banquillo) no les llegan ni de lejos al Manchester o al Barça. Un tiro inspirado de Leo Mesi equivale a cien milagros de San Antonio y tres regates de Cristiano Ronaldo dejarían sentado al propio Santo Domingo y al resto de inquisidores que en el mundo han sido. Pronto perderán también por goleada Budas, Alá, Jehová y Manitú.

Es cierto que resistieron frío, nevadas, tormentas de arena, monzones y estampidas de búfalos durante años, siglos y milenios. Que sus eremitas jugaron a los chinos con el diablo, desde el Himalaya hasta el Gran Cañón, y le ganaron partida tras partida. Que celebraron misas de pascua sobre ballenas, cuando no se sumergían confortablemente instalados en sus estómagos; como el bueno de Jonás, precursor del capitán Nemo…

No obstante, todo eso queda en simples naderías frente a un partido Madrid-Barça para la copa de Europa. ¿Cuándo tuvo un santo –o, incluso, una virgen– una audiencia de 200.000 espectadores, frente a frente, y millones sin cuento en la tv digital? ¿cuándo? Dígame usted cuándo.

Las mujeres han abandonado los velos, las sotanas tan sexys de los curas (dígame usted qué otro vestido masculino tiene una bragueta tan larga) y la beatería para sentarse frente al plasma, con un Vitalínea en cada mano, berreándole al pobre televisor como si se tratara de su propia pareja o su hijo adolescente. Ya lo había dicho sabiamente Holly, la heroína de Truman Capote:

«Los hombres no saben hablar de casi nada. A los que no les gusta el baseball, les gusta los caballos, y si no les gusta ninguna de las dos cosas, bueno, seguro que me he metido en un buen lío: tampoco les gustan las chicas.»

Aunque ha cambiado la época y a la mayoría que ve fútbol tampoco le gustan las chicas, lo cierto es que Holly se instruía en su biblioteca particular, en la que únicamente había libros de caballos y de fútbol, para poder mantener algún tipo de conversación con sus admiradores. Se ve que en la actualidad ha subido el nivel cultural y ya son muchas las mujeres que siguen su ejemplo. Una vez finiquitado el Santo Rosario, por fin, la familia ha encontrado en el fútbol un tema interesante para comunicarse y ser feliz. Además de propiciar la igualdad de género, claro.

La verdad, yo confieso que a estas alturas me repatean los caballos y aun los malditos camellos y, respecto al fútbol, cambio la final de la Copa del Mundo por un concierto de Shakira o de alguna prima suya. Aunque me temo que pronto, si quiero entablar conversación con alguna mujer, voy a tener que suscribirme al Marca, porque cada vez quedan menos que no te pregunten ¿Y tú, de qué equipo eres?

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