Ratzinger über Alles

Comienzo a escribir estas líneas cuando despega el helicóptero que se lleva a Ratzinger del Vaticano. Un artefacto blanco y volador como el Espíritu Santo. El hasta hoy jefe de la iglesia católica se retira a cien metros del que será su Sucesor, echándole el aliento en la nuca, sin perder de vista un solo paso, un solo gesto, una sola palabra del «Nuevo». Los secretarios, los cardenales, los carcamales del Vaticano irán a consultar con el alemán enclaustrado cada movimiento del Sucesor, a pedirle su beneplácito o su censura para actuar en consecuencia.

Con sorpresa veo que el helicóptero pasa sobre el Coliseo, tomando el camino más largo para llegar a Castelgandolfo. Pronto entiendo que su objetivo es permanecer más tiempo en el aire atmosférico y en el aire televisivo.

A pesar del inmenso poder de un papa, no me gustaría estar en el pellejo del Sucesor que más temprano que tarde va a desarrollar una paranoia, que le impedirá disfrutar de las mieles de tanto, tanto, ¡tanto poder! El más gordo pájaro del Universo, y parte del extranjero, después de los tiburones de Wall Street y de las Tres Personas.

La vuelta de la poderosa y albísima aeronave prosigue sobre ese cielo de Roma que también perteneció a Júpiter y a Venus, dos inmigrantes griegos que tomaron nombres latinos.

El Vaticano. Desde ese rincón de Roma, se gobiernan las voluntades de millones de personas, con agentes políticos en cientos de países, con innumerables púlpitos católicos que actúan como altavoces del poder vaticano, el cual, con un 25% de italianos en el colegio cardenalicio, se constituye en un verdadero brazo ejecutivo espaguético a nivel internacional, con un poder político superior al de la propia ONU. Un poder ante el que se han arrodillado, motu proprio, hasta Lula, Hugo Chávez, Fidel Castro y su involuntario hermano.

El helicóptero toma tierra. Un coche negro como la sotana de un cura se traga a Ratzinger y se va despacito para que las cámaras de televisión no encuentren problemas en la retransmisión de la humildad ratzingerniana.

El aliento de Ratzinger seguirá presente en el reparto de la tarta vaticana.

La inspiración del nuevo papa será el Ratzinger enclaustrado: él le inspirará las encíclicas, las visitas, el nombramiento de cardenales y los pasos a dar con cada obispo pillado en abusos sexuales infantiles. El papa Benedicto se transforma en Espíritu Santo. Una jugada magistral del mago Ratzinger: de nazi a cura, de cura a cardenal y de papa a… ¡Un auténtico milagro! Ya no necesitará utilizar el arrogante Nos mayestático, en primera persona del plural; a partir de ahora, sería lógico que utilizara la Tercera Persona para referirse a sí mismo. Hay ambiciones que no tienen tope.

El coche con el viejo vestido de blanco ha aparcado. Ratzinger ha llegado a su humilde y provisional hogar. Se asoma al balcón y saluda a miles de curiosos, mostrándoles radiante su gran humildad. Su humildad divina, benedictina y beneteletransmisina.

Existen exhibicionistas que no conocen límites.

Con sinceridad, no creo que ningún espíritu todopoderoso, ni siquiera mediopoderoso, confíe sus designios a unas personas que han quemado a los que no piensan como ellos, han excomulgado a quienes les llevan la contraria en cualquier asunto, han alentado a la caridad para llenar sus arcas como contraprestación a un lugar en su cielo postmortem y protegen a los pedófilos de una manera reiterada.

Pero si creyera en la Biblia y en los Evangelios, empezaría a dudar de que Ratzinger y sus muchachos sean del agrado de su dios, después del rayo que cayó en el Vaticano tan pronto anunció su partida, del meteorito que siguió al rayo y del cuasi triunfo de un Berlusconi que es peor que el meteorito y el rayo juntos.

Y por si todo esto fuera poco, el Barça perdió 1-3 frente al Real Madrid.

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