He recibido un correo privado, solicitándome una valoración personal de la película LANZAROTE, LA ISLA ESTRELLADA.
Con sinceridad, he de confesar que me gusta escribir en torno a temas que he trabajado alguna vez, pero me cuesta mucho esfuerzo escribir desde un punto de vista personal sobre los trabajos finalizados. Incluyo entre ellos este documental, porque lo considero enteramente terminado y, además, terminado a mi entero gusto, sin haber tenido cortapisas por parte de ninguno de los personajes que intervinieron en su rodaje. Todos fueron ejemplo de amabilidad en el trato y de honradez en sus planteamientos.
Si he de decir algo estrictamente personal es que puse todo mi empeño en que este documental no fuese una suma de elementos para demostrar una opinión formada de antemano. Más bien, mi encuentro con el caso Berrugo de Lanzarote –un prototipo en la defensa de la propia identidad frente a la devastación del territorio– me ha inducido a esta reflexión sobre la ética del actual desarrollo urbanístico. También me ha enriquecido humanamente el contacto con personajes como Santiago Medina Cáceres (siempre con un «sí», en sus labios, como primera reacción); Pilar del Río (la honradez apasionada sobrepasando la falsa mesura) su esposo, José Saramago (la claridad intelectual, la honestidad como bandera); Pedro Hernández (el compromiso con la isla); Rafael Fuentes (la labor cultural y ecologista, codo a codo con su comunidad); Juan David García Pazos (la abogacía como ejercicio social y solidario); etc.
Lejos de proclamas triunfalistas o apocalípticas, me he esforzado en compartir mis dudas, mis esperanzas o desesperanzas, a través de la propia reflexión y la búsqueda de respuestas en las reflexiones ajenas.
Tanto en su elaboración argumental, como en las imágenes y comentarios, existen contradicciones y complejidades que no he ocultado porque son espejos de las que tenemos como seres humanos y como sociedad.
Evidentemente, si algo disgusta a los poderes establecidos, en casi cualquier época y territorio, es que alguien reflexione sobre la sociedad que intentan controlar, sobre la ética de sus comportamientos y sobre la razón o la sinrazón de ser y de estar de esos propios poderes. Mucho menos les agrada que se anime a reflexionar a otras personas.
En este documental, a mi pregunta ¿Entonces, qué actitud tomar? ante la grave situación moral sin aparente salida que atraviesa la sociedad, José Saramago responde: «Seguir andando, seguir adelante, denunciar lo que está mal. Decir a la gente que la vida no es sólo un coche, ni un campo de golf ni una piscina. La vida merecería mucho más que eso».
Decir a la gente. Crear una conciencia colectiva ética, sin apresuramientos, sedimentando en el bien común el edificio social que pretendemos construir. No es trabajo de un mes, un año o un lustro; ni siquiera de una vida. Ya lo tuvo en cuenta Benito Pérez Galdós, cuando en el siglo XIX escribió en su obra La segunda casaca:
«Vemos el instantáneo triunfo de la idea verdadera sobre la falsa en la esfera del pensamiento, y creemos que con igual rapidez puede triunfar la idea sobre las costumbres. Las costumbres las ha hecho el tiempo con tanta paciencia y lentitud como ha hecho las montañas, y sólo el tiempo, trabajando un día y otro, las puede destruir. No se derriban montes a bayonetazos.»
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