Los terremotos de El Hierro y la salvación eterna

La isla de El Hierro está temblando. Terremotos. Dicen que un volcán podría entrar en erupción. Las autoridades han ofrecido a sus habitantes el consejo del médico a palos: coman, beban y tíñanse el pelo sin perder la calma, y no apaguen la radio. Como si los herreños fueran esos japoneses vecinos de una central nuclear que tienen el entrenamiento necesario para no cambiar la sonrisa ante las amenzas de catástrofe y una fe ciega en la capacidad de sus dirigentes.

Y, quizás, lo sean, porque hace algo más de dos siglos sucedió lo mismo y se comportaron como tales japoneses. Qué remedio, porque no les dejaron alternativa. El investigador Antonio Béthencourt Massieu encontró, en unos legajos depositados en el Archivo Histórico Nacional, varios documentos que así lo confirman. Como tantos manuscritos que describen sucesos ocurridos en estas islas, también ése parecía escrito por un bromista o un escribano surrealista. Sin embargo, describe hechos reales.

El Hierro temblaba, a finales del siglo XVIII. Terremotos. La población estaba alarmada porque intuía que pronto surgiría un volcán que pondría sus vidas en peligro. Por esta razón, los vecinos enviaron a un mensajero en un velero a Las Palmas de Gran Canaria para solicitar la evacuación de los escasos habitantes de El Hierro, no más de unos pocos miles.

Pero los señores de la Real Audiencia de Las Palmas, seguramente preocupados por la que podría caerles si malgastaban el dinero público, declararon que la institución no era jurídicamente competente para resolver el asunto. De modo que se debería consultar a la Corte española antes de tomar cualquier decisión. Así, enviaron un barco para solicitar de Su Majestad el Rey de las Españas el permiso para salvar a los herreños. Indudablemente, eso llevaba su tiempo.

Los herreños temblaban tanto como El Hierro, porque nadie venía a rescatarlos. Por fin, llegó la respuesta de su borbónica majestad: el Rey no tiene suficiente dinero para llevar a cabo el rescate.

La Real Audiencia se conmovió y decidió salvar a aquella pobre gente: fletó un barco con órdenes de navegar hasta El Hierro y transportar a un predicador con el fin de confesar a todos los herreños y prepararlos para bien morir cuando el volcán entrase en erupción. Quizá no entró… o quizás sí hubo una erupción en 1793.

Hoy también El Hierro tiembla. Esperemos que no suceda nada, igual que la otra vez. Que sea una falsa alarma. Que no venga el lobo. Pero ¿y si ahora viene de verdad? .

Esta mañana, los representantes del cabildo herreño llamaron a la tranquilidad y ofrecieron las siguientes:

«RECOMENDACIONES A LA POBLACION

Una vez declarada la fase amarilla significa que hay que prepararse ante una evolución desfavorable del fenómeno, y lo más importante es estar atentos a los mensajes oficiales de prevención y autoprotección que serán específicos para las zonas de riesgo. Las medidas generales que se toman en las zonas de mayor riesgo son los siguientes:

-Escuche la radio o mire en la televisión los informes oficiales sobre la actividad volcánica y su evolución. Es conveniente tener una radio a pilas.

-Para cualquier aclaración adicional llame al 012

-También estarán disponibles las páginas de Internet del Gobierno de Canarias y de, en este caso, el Cabildo de El Hierro.

-Asegúrese de tener en casa la documentación personal de toda la familia y de la vivienda organizada y agrupada para poder transportar lo más importante.»

Esperemos que sean suficientes y no haya que enviar a un confesor. Al menos, yo, con la mano en el agua, así lo espero.

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