Annie Edson Taylor, la mujer que saltó sobre las Cataratas del Niágara (2)

Este post es la segunda parte de «Annie Edson Taylor, la mujer que saltó sobre las Cataratas del Niágara (1)». Si no conoce la primera parte, puede leerla y ver las imágenes haciendo click aquí. 

Frank M. Russell, el agente de Annie, prueba a insuflar aire en el barril con una bomba de bicicleta.

Como les decía en el anterior post,  mandaron a construir un barril sólido, lo acolcharon en su interior, pusieron unas correas y le sujetaron un yunque en la base para que navegara verticalmente.  Para no sentirse sola, o para dar un gracioso toque de femineidad, Annie se introdujo en el barril con su gatito.

Annie subida en la lancha que la conducirá a las proximidades de las cataratas. En la parte posterior se ve la bomba que insuflará aire en el barril.

Después de recorrer un kilómetro, a las cuatro y media de la tarde del día 24 de octubre de 1901, el barril se despeñó, con la señora y el gato en su interior, por el gran chorro de la catarata. Llegó entero a la base, los monstruosos chorros de agua no lograron deshacerlo y, cuando fue expulsado hacia aguas más tranquilas, una barca logró atraparlo.

En esta imagen, se aprecia con claridad el yunque adherido al fondo del barril, con el fin de proporcionarle estabilidad.

Aunque el barril se inundó hasta la mitad, Annie y el gato salieron vivos del salto, sin otros daños que un par de pequeños rasguños, el consiguiente mareo y un miedo atroz. Ciertamente, el viaje en barril no debe de ser muy agradable, si nos atenemos a las declaraciones que Annie ofreció a los periodistas:

Trayecto recorrido por Annie en su barril.

«Fue como si estuviera a punto de dar mi último aliento. Quisiera advertir a todo el mundo de que nadie debería intentar repetir la hazaña … Prefiero caminar hasta la boca de un cañón, sabiendo que me iba a reventar en pedazos, antes que hacer otro viaje por las cataratas».

La intrépida Annie, fotografiada junto a su barril y su gatito.

Hoy sería una noticia en las páginas deportivas de cualquier periódico –excepto The Sun inglés o el Bild alemán que pondrían la foto en la segunda página– o 30 segundos en los telediarios menos serios, pero en la prensa norteamericana de 1901 la proeza fue exaltada como digna de una heroína. Annie fue fotografiada junto a su barril y las postales se vendieron como pan caliente. Desde Michigan hasta Texas y desde Nueva York hasta California no se hablaba de otra cosa con más orgullo y pasión. ¡Oh, Annie la Number One del barril over las Cataratas del Niágara! Pronto se la conocería como Queen of the Mist, es decir la Reina de la Niebla.

Rescatando a Annie, a su llegada a las aguas calmas.

A otro diario, Annie le dijo:

«Me sentí como si estuviera siendo separada en piezas, que toda la naturaleza estaba siendo aniquilada. Entonces, pensé en tratar de no romperme el cuello. Me agarré a las correas laterales. Después de que los hombres me echaron a la deriva, cerré los ojos y recé a Dios que salvara mi vida. Me golpeé tres veces en las rocas y el agua parecía venir de todas las partes del barril. Me enteré cuando llegué a la cascada, aunque perdiera mis sentidos durante un minuto. Yo no soy una mujer deportista. Siempre he vivido una vida tranquila, pero no tengo miedo de enfrentarme a Dios o al Diablo.»

Haga click sobre la imagen, si desea ver en su sitio original este artículo de The New York Times.

Así describió la hazaña el periódico The New York Times en su edición del 25 de octubre 1901:

«CATARATAS DEL NIÁGARA, N. Y., 24 de octubre. – Una mujer viuda, la señora Anna Edson Taylor, ha saltado con éxito sobre las Cataratas del Niágara en un barril esta tarde. El viaje de extremo a extremo fue presenciado por varios miles de personas. El hecho de que la señora Taylor no pudiese ir el miércoles no disminuyó la confianza del público en ella. Sin embargo todo el mundo estaba de acuerdo en que se trataba de un viaje temerario.

Aunque ella estuviese convencida de que viviría para contar la historia, aquello estaba más allá de cualquier razonamiento lógico. Sin embargo está viva esta noche, y los médicos dicen que tan pronto como se reponga de shock va a encontrarse bien.

Este viaje inicial a lo largo de Cataratas de Niágara comenzó en Port Day, a un kilómetro y medio del borde de las cataratas. Desde Port Day la señora Taylor y su barril fueron remolcados a Grass Island. Ella entró en su interior a las 3:50 mientras estaba a remolque de un barco con exceso de velocidad, en la zona canadiense. A las 4:05 el barril estaba a la deriva, y la señora Taylor quedó a merced de las corrientes de aguas. No conocemos a nadie que se haya salvado antes, una vez ha caído en las garras de esa corriente.

Desde el punto donde el bote dejó el barril, la corriente avanza terriblemente rápida y al poco tiempo rompe contra los arrecifes que hacen borbotear furiosamente al agua. El barril estaba lastrado con un yunque de 200 libras, y flotaba muy bien en el agua, la señora Taylor aparentemente mantenía una posición vertical durante la mayor parte del viaje por el río.

Afortunadamente, el barril marchaba bien dentro de las aguas profundas, –salvo que estuvo fuera de la vista varias veces, debido a la espumadas crestas de las olas– y se encontraba a la vista la mayor parte del tiempo que tardó en recorrer la milla. Al pasar sobre el Horse Shoe Fall, derivó el barril hacia el lado canadiense en un punto a 300 metros del centro.

Se dejó caer sobre la cascada a las 4:23 en punto. Había que recorrer una gran altura para llegar hasta el fondo. En menos de un minuto, apareció en la base de la catarata, y fue arrastrada río abajo. La corriente la desvió a un lado en un remolino, y volvió flotando hasta que se escoró entre dos remolinos, donde la capturaron a las 4:40 en punto.

Los curiosos se acercan a la orilla para ver la llegada del barril con su tripulante.

Cómo atracó en una roca en el río era difícil de explicar, pero pronto tuvo disponibles a varios hombres fuera de la escotilla. La señora Taylor estaba viva y consciente, pero antes de que pudiera ser sacada del barril era necesario ver su estado. Su buen aspecto resultó una sorpresa para todos. Caminó a lo largo de la costa hasta un barco, y fue embarcada por el río hasta el muelle Maid of the Mist (Dama de la Niebla), donde subió a un carruaje que la condujo a esta ciudad.

Ella está sufriendo mucho por el shock. Tiene un corte de tres pulgadas en la parte posterior del cuero cabelludo de la oreja a la derecha, pero no sabe cómo ni cuándo se lo hizo. Se queja de dolor entre los hombros, pero se cree que es por el hecho de que sus hombros se fueron hacia atrás durante la caída, ya que tenía los brazos en las correas, las cuales, sin duda, salvaron a su esqueleto de cualquier rotura.

Annie Edson Taylor es sacada del barril.

Al pasar por las cataratas, admite haber perdido la conciencia. Dando gracias a Dios por haber salvado su vida, advierte a todo el mundo que nadie trate de repetir el viaje. Tan grave es el shock que ella divaga mucho en su sus conversaciones, pero hay pocas dudas de que estará en buenas condiciones dentro de un día o dos.

Tres médicos están al lado de su cama esta noche. La Sra. Taylor tiene cuarenta y tres años de edad. Ella nació en Auburn, Nueva York, y ha cruzado el continente americano en ocho ocasiones. Durante su estancia aquí ha impresionado a todos con su nervio maravilloso.

El barril en el que la señora Taylor hizo la travesía tiene 4,5 pies de alto y cerca de 3 pies de diámetro. Un arnés de cuero y cojines en el interior protegieron su cuerpo. El barril fue aprovisionado de aire a través de un tubo de goma conectado con una pequeña abertura en la parte superior del barril.»

Un poco mareada, Annie es ayudada cuando llega a tierra firme.

Pero este no fue el final de la aventura de Annie. Había que rentabilizar la hazaña. Así que, emulando a Buffalo Bill, explicó en los teatros cómo había preparado, realizado y sentido el salto en su barril. Su manager la acompañaba en estas giras y todo iba viento en popa hasta que el buen hombre desapareció con la pasta y dejó a la mujer de nuevo en la ruina.

Annie era fuerte y volvió a la carga. Recorrió pueblos y ciudades colocando un cajón en las esquinas para contar a los transeúntes su aventura por unas pocas monedas. Pero, igual que le sucedió al famoso violinista en el metro de Washington, pocos se detenían junto a ella. Murió en la más pura miseria, en el año 1921.

LA EDAD REAL DE ANNIE

Los periódicos de la época no se ponen de acuerdo. Mientras uno firma que Annie contaba con cuarenta y dos años, otros le atribuyen cuarenta y tres y aún hubo los que afirmaban que su edad era de cincuenta primaveras. Según Marvin Kusmierz, autor de la fiable biografía de Anna Edson Taylor –Anna Merrick de soltera–, nació dentro de una familia acomodada, el 24 de octubre de 1839 (?). Lo cual nos lleva a que el 24 de octubre 1901, contaba, exactamente, con 62 años. Es decir, eligió el día de su cumpleaños para despeñarse. A la gente soñadora –y Annie lo era– le encantan esas coincidencias, incluso cuando se trata de jugarse la vida. Sin embargo, es el propio Kusmierz quien asegura que ese día tenía ya sesenta y tres años. Todo lo cual me lleva a una conclusión: estaré seguro de su edad cuando tenga ante mis ojos su partida de nacimiento, no antes.

EL PERFIL HUMANO DE ANNIE

Según cuenta David Whalen en su libro The Lady Who Conquered Niagara, cuando era niña Annie prefería jugar con los muchachos en el campo antes que permanecer encerrada en casa con sus hermanas y amigas. Después estudió para maestra y se casó con David Taylor, el cual murió en la Guerra de Secesión. Se quedó viuda a los 25 años. Primero se marchó a San Antonio de Texas, pero pronto se plantó en Nueva York a estudiar danza. Durante años, sería instructora de danza, recorriendo las principales ciudades de Estados Unidos.  A finales de siglo llegó a Bay City, una  población ubicada en el estado de Míchigan. Allí montó una escuela de danza con gran éxito, pero alojaba a sus alumnas en habitaciones tan elegantes que todas las cuantiosas ganancias se le iban en pagar su alquiler.

Tuvo que cerrar la escuela. Marchó primero a San Antonio de Texas y después a Ciudad de México, donde encontró trabajo. Sin embargo, pronto volvió a Bay City. Se alojó en una pensión hasta que se le ocurrió la idea de saltar por las cataratas. Como declaró más tarde a la prensa, nunca se le pasó por la cabeza la idea de suicidarse.

Una descendiente de Annie ha realizado declaraciones que se pueden escuchar en el vídeo que se encuentra a continuación.

Desde que Annie Edson Taylor salió con vida del terrible salto –hoy podría compararse con el salto de Felix Baumgartner desde la estratosfera–, ha habido 16 saltos más, algunos de los cuales terminaron de manera trágica.

En el verano de 1910, Bobby Leach pasó varias veces los rápidos de Niágara, aunque no siempre logró culminar la travesía que realizó dentro de un bidón de acero.

En 1911, Peter Langaard fracasó cuando intentaba cruzar los rápidos en un barco. En 1920, Charles Setphens, padre de once hijos, resultó muerto al tirarse con un barril por la catarata. Tuvo el capricho de atarse un yunque a los pies y, por mucho que trataron de disuadirlo, no cejó en su empeño: ésa fue su perdición. Únicamente, se pudo rescatar un brazo suyo, con un tatuaje que decía: «No me olvides, Annie». Fue la primera persona que murió al saltar las Cataratas del Niágara dentro de un barril.


Por su parte, Jean Lussier descendió por las Cataratas del Niágara metido dentro de una gran esfera de goma que se hizo construir. Aunque la estructura interna de esta pelota resultó bastante dañada, él salió con vida del gran salto, y hubo que lamentar sólo algunos moretones. Vendió la bola troceada a los turistas y, cuando se le terminaron los trozos, compraba más goma en las ferreterías cercanas: un auténtico emprendedor, digno precursor de cualquier banquero que se precie.

George Strathakis, un griego místico de 46 años, se lanzó en un descomunal barril, en el año 1930. Murió. Puso aire para ocho horas, pero el barril se quedó atrapado en un remolino y no pudo ser rescatado hasta veintidós horas más tarde. Según su propia versión, se lanzó porque quería recaudar dinero para publicar un libro autobiográfico en el que contaba que él había nacido hacía miles de años, a la orilla del río Abraham, en el centro de África. Su destino era, evidentemente, fluvial.

También, en 1930, el taxista William «Red» Hill Sr., cruzó los rápidos de Whirtpool dentro de un tubo de acero con una quilla de raíl de ferrocarril, ante 25.000 espectadores. A día siguiente, se subió a su taxi y siguió trabajando.

William Se convirtió en un personaje muy famoso, porque también rescató a mucha gente de una muerte segura en el agua.

William «Red» Hill Jr., hijo del anterior, bajó dos veces en un bidón de acero de color rojo por los rápidos. En 1951, a la edad de 38 años, con un barril construido por él mismo, cruzó los rápidos que se hallan sobre la catarata Horseshoe, cuando quedó enganchado y finalmente, destrozado. Una gran multitud quedó muda contemplando su muerte sin poder hacer nada por salvarlo.

Su hijo Major Lloyd Hill siguió los pasos de la familia. Intentó cruzar los rápidos muchas veces con un bidón  de acero y en varias ocasiones lo detuvo la policía cuando ya se encontraba en el río. En 1974, murió en la ciudad de Niagara Falls.

Roger Woodward era un niño alemán de 7 años que se cayó por las Cataratas del Niágara, debido a una imprudencia. Milagrosamente, resultó vivo, a pesar de no llevar ninguna protección. Era el día 9 de julio de 1960. Nadie hasta entonces había sobrevivido al terrible salto sin protección.

Nathan T. Boya, de 30 años de edad, se tiró por las Cataratas del Niágara, el 15 de julio de 1961. Se introdujo dentro de una esfera –cuyas paredes estaban construidas con sucesivas capas de acero y caucho– a la que bautizó como «Plunge-­O-­Sphere». El viaje resultó un éxito, a pesar de los 113 dólares de multa que tuvo que pagar por realizar un salto prohibido hace ya muchos años. Nathan estudió medicina y fue catedrático en la facultad de una universidad neoyorquina. Fue la séptima persona en sobrevivir al salto por las cataratas y siempre se le ha considerado un hombre misterioso.

El día 2 de julio de 1984, Karel Soucek se lanzó en un bidón de acero y plástico por las Cataratas del Niágara. Su mayor inconveniente fue que se le soltó el reloj de pulsera y le produjo numerosos cortes en la cara. Permaneció unos cuarenta minutos rebotando bajo la cascada y, cuando, el agua lo expulsó hacia zonas más tranquilas, fue rescatado y trasladado a un hospital. Se trata de la octava persona que conquistó las cataratas, lo cual le costó pagar 500 dólares de multa. Murió en 1985, durante una exhibición en Huston.

David Munday lo intentó varias veces, pero la policía lo detenía antes de poder saltar las cataratas en su bidón de acero. Por fin, en 1985, logró despeñarse y, aunque pasó 90 minutos bajo los chorros de agua antes de ser rescatado, se convirtió en la novena persona que afrontaba la aventura con éxito. Repitió su aventura en 1993. Nadie ha saltado más veces que él las Cataratas del Niágara.

Steven Trotter era un camarero de 22 años que se tiró en un artilugio hecho con dos barriles de plástico para salmuera rodeados de grandes tubos de goma interior y cubiertos por una lona. Sobrevivió y se convirtió en la persona más joven que saltó dentro de un barril estas cataratas. Diez años más tarde, probó de nuevo junto a su novia, pero quedaron atrapados en las rocas antes de saltar y tuvieron que ser rescatados.

En 1989, dos estudiantes universitarios, Peter De Bernardi y Petkovich Jeffrey, a bordo de un bidón de acero, saltaron las cataratas con éxito. Fue la primera pareja que realizó tal hazaña.

Dejando a los suicidas de las cataratas de Niágara a un lado (de media, hay un suicidio al mes, como mínimo), el último saltador, en ropa de calle y sin barril, fue Kirk Jones, de 40 años, en octubre de 2003. Su aventura le salió barata, en principio, pues se libró con sólo algunas magulladuras, pero, finalmente, tuvo que pagar una multa por valor de 4.500 dólares, acusado de gamberrada y maniobras ilegales.

Las declaraciones de Kirk Jones son contradictorias, pues al principio dijo que se quería suicidar y, después, cambió su versión y se presentó como un aventurero. Justificó su primera versión alegando que así pensaba librarse de la multa. Como se puede leer en el recorte de prensa, ha tenido la intención de escribir un libro.

El 21 de mayo de 2012, saltó sobre las cataratas un hombre de 40 años, sin protección, cuyo nombre no aparece en ninguna información a la que yo haya podido tener acceso. Una costillas rotas y un pulmón afectado fueron las consecuencias, aunque logró sobrevivir. Es la quinta persona que lo consigue al tirarse sin la protección de un barril, una esfera o un tubo metálico.

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