El orden es uno de los elementos de lo bello combinado con lo grande.
Aristóteles
Escribir no es ordenar. A quien le guste ordenar se sentirá más cómodo siendo teniente que escritor. No obstante, el orden utilizado como herramienta secundaria facilita el trabajo literario. Si usted se dedica o piensa dedicarse a escribir, quizás le sean de alguna utilidad las siguientes sugerencias.
Esfuércese en organizar su trabajo, sea cual sea el tipo de libro que escriba. Si tiene demasiadas informaciones y no las puede manejar con facilidad en una libreta o en un archivo de su procesador de texto, intente construir una «base de datos», bien sea por medio de fichas de cartulina o de un programa informático tipo Excel. Eso le ayudará a efectuar la redacción final con mayor rapidez y a no olvidar o extraviar alguna información importante, lo cual sucede con harta frecuencia.
Si tiene la costumbre de ir escribiendo en papelitos, cajas de cerillas, servilletas de bar y demás soportes propensos a tolerar descargas literarias, no los vaya acumulando en su escritorio «para mañana o pasado»; páselos a limpio cuanto antes. Si nota que le cuesta hacerlo, pídale a algún pariente que cada lunes recoja sus «papelitos» y los queme… Le aseguro que después de sucederle esto la segunda vez, usted los pasará a limpio, diligentemente.
Sin embargo, no crea usted que por tener la mesa de trabajo como una leonera va a ser incapaz de escribir una gran obra. Mis recomendaciones van en el sentido de hacerle ganar tiempo cuando vaya a buscar las cosas, pero si usted se siente más cómodo en una habitación desordenada, desordénela y no deje que nadie se la toque.
Tampoco tiene por qué hacer caso a quienes le digan que su obra será como su mesa de trabajo o como su aliño personal. Eso es completamente falso. Hay quien tiene su mesa como un espejo y sólo es capaz de producir una prosa enmarañada y confusa, mientras que otros más desordenados publican libros de una pulcritud pasmosa.
Tal vez deberíamos reflexionar sobre la división de caracteres que estableció Reich*: el que participa de lo neurótico y el que participa de lo anal. El primero tiende al desorden, a la excitación y a la colitis; el segundo, al orden, a la frialdad y al estreñimiento. Los aficionados al ajedrez saben muy bien a lo que me refiero, si les recuerdo a dos grandes campeones ya desaparecidos: el juego simple del cubano Capablanca –el sempiterno C3AR tras su P4R– y los turbulentos movimientos de Alekhine –P4D y P4AD para propiciar el gambito…
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* Reich, Wilhem: Análisis del carácter. Ediciones Paidós, Barcelona, 1980.
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