Cuando en Vallehermoso (Gomera) desembarcó el coche de Antoñico

Para los habitantes de mi Vallehermoso, en la isla de La Gomera, la llegada por mar del primer vehículo terrestre de motor tuvo que ser un gran acontecimiento. Tanto o más que para los parisinos la inauguración de la Torre Eiffel o para los habitantes de Southamton contemplar la salida desde su puerto del prepotente Titanic.

UN GUINDASTE, EN EL PUERTO DE SAN JOSÉ
El primer coche que llegó a Vallehermoso, en las primeras décadas del pasado siglo, no lo conservamos. La falta de cultura etnográfica en el pueblo y en las instituciones dejó que se convirtiera en chatarra hasta desaparecer. Lástima, porque lo que no sobra en estas islas es patrimonio industrial.
A su llegada, era alcalde del pueblo don Pedro Ascanio. No había carretera para salir del casco urbano. El tráfico de personas y mercancías se realizaba por el Guindaste, inaugurado en 1904, junto al Charcho de Juan Sedero. Se trataba de un enorme brazo de hierro que se alongaba sobre el mar. Contaba con un mecanismo similar al de una grúa: subía y bajaba la mercancía en los veleros y vapores caleteros, incluyendo los correíllos negros.
En la imagen se puede apreciar este guindaste o pescante al otro lado del Risco de Genaro. Ese desembarcadero era conocido, durante el Antiguo Régimen, como Puerto de San José y gozaba de una enorme actividad, tanto de cabotaje (exportación de madera, seda, etc.) como de una floreciente industria de fabricación de embarcaciones de mediano tamaño, a principios del siglo XVII.
En el siglo XIX, esta zona ya se conocía como la Bahía de Vallehermoso, temida por los comerciantes, porque al desembarcar perdían mucha mercancía, debido a las grandes piedras de la playa. En el fondo, difícil de contemplar por la turbidez de unas aguas siempre inquietas, reposan reales de plata y cañones de bronce, muchos de ellos pertenecientes al naufragio del odiado La Mosca.

Procesión por una calle de Vallehermoso.

UN COCHE DENTRO DE UNA BARCA
La noticia de que estaba a punto de producirse la entrada del primer vehículo en la isla no era poca cosa. El camino de La Playa se convirtió en un río de gente. Los que habían vuelto de Cuba habían visto algunos coches en La Habana y los comparaban con las locomotoras que atravesaban la isla caribeña. Sin embargo, el público abarrotaba la Playa, sobre todo, porque esperaba, morbosamente, contemplar cómo aquel pesado artefacto se iría al fondo sin remisión.

No obstante, se produjo el milagro. Para admiración de los vecinos, el vehículo, trasbordado del vapor a una caletera, se logró depositar ileso en La Playa. A continuación, fue transportado hasta el pueblo, a una distancia de 3,5 km, a través de un barranco sembrado de grandes piedras que fueron salvadas a base de brazos y de ingenio. No es difícil imaginar la algarabía de quienes acompañaban la extraña procesión con tan mecánico santo.
Alguien me contó que este primer coche casi no tenía una vía por donde circular, pero que su dueño, don Antonio González Martín, se las había ingeniado para ganarse un buen dinero paseando a cuantos noveleros deseaban experimentar la moderna sensación de desplazarse dentro de un vehículo motorizado, a velocidades de vértigo.

Las carreteras se hicieron esperar. Es famoso un artículo periodístico escrito por el poeta Pedro García Cabrera, oriundo de Vallehermoso, en el que pedía, de manera que hoy se nos antoja trágica, una vía de comunicación entre San Sebastián y su pueblo natal. Habrían de pasar muchas décadas antes de lograr ese objetivo. ¡Hasta el ejército de Franco tuvo que desplazarse a pie para poder enfrentarse a los republicanos de Vallehermoso!

(Aumentar imagen: click en botón derecho y "Abrir imagen en una ventana nueva").

Los vecinos de Vallehermoso contemplan la complicada operación de desembarco de un vehículo a motor en una isla sin carreteras.

EPÍLOGO
En 2012, la riqueza de Vallehermoso es ostensiblemente menor. El municipio se halla sumergido en una crisis que arrastra desde hace tres décadas sin que nadie haya sido capaz de hacer repuntar su economía, a pesar de contar con sobrados recursos naturales. Bien es verdad que a principios del siglo XX, la mayor parte de esa riqueza estaba concentrada en pocas manos y, en la actualidad, las diferencias sociales no son tan acusadas. La única pena es que ahora lo único que se puede repartir es la pobreza.

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