La experiencia de contemplar la esfera de caras blancas que flota en medio del recinto es impactante: poco a poco la mirada se va acostumbrando a la penumbra que rodea la esfera y vislumbra transformaciones en los rostros: una mejilla que se contrae, una ceja que se eleva, un labio que se distiende. Cuando entré en la exposición «Any-Medium-Whatever» quedé fascinado y no pude hacer otra cosa que cruzar los brazos y recordar a Gilles Deleuze: identidades y diferencias, lógicas informes, subjetivación bergsoniana de tiempos y espacios, paradojas de lo superficial y lo profundo,…
Fuera de la sala, el calor del mediodía hace hervir el agua en los canales. A esas horas, nadie más entra en la sala del viejo Palazzo Pisani S. Marina de la calle Erbe. El silencio hace más íntimas las sombras: bajo esta proustiana, blanda oscuridad en torno a la esfera, uno comienza a recorrer en sentido inverso, rostro a rostro, su vida y sus convicciones: construyendo esferas de palabras, pasos, secretos, alarmas, vértigos, deseos, atracciones y repulsiones, vacuidades, náuseas, serenidades, caminos,… La esfera me conmueve: agradezco estar vivo para sentirla: es arte.
Tamara Kvesitadze es la autora: nació en Georgia, en 1968, fuma cigarrillos y suele participar en proyectos internacionales de arte.
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