Reflexionar sobre el empleo del tiempo en el relato no sólo es útil al narrador, sino que también lo es, en gran medida, al lector, el cual podrá manejar más instrumentos que le permiten adquirir una mayor comprensión de las técnicas de temporalidad empleadas en la narrativa moderna y disfrutar más su lectura siguiendo los guiños cronológicos del autor. Los principales métodos tradicionales de tratamiento del tiempo literario son:
- Composición en marcos: varias historias se insertan dentro de la historia principal. Es el caso de Las mil y una noches o del Decamerón de Bocaccio.
- Composición paralela: las líneas de acción se desarrollan simultáneamente y se resuelve en capítulos paralelos. Paulatinamente, estos capítulos se van mezclando hasta llegar a una línea narrativa única. Así lo ha hecho Leon Tolstoi en su novela Guerra y paz.
- Composición en cadena: un personaje realiza varias acciones, cuyo único vínculo es la presencia del propio personaje, que se van narrando en capítulos independientes. Valga como ejemplo La vida del buscón llamado don Pablos de Quevedo.
- Composición gradual: el protagonista de un relato es el nexo de una sucesión de acciones que van desarrollándose in crescendo. Como en El viejo y el mar de Hemingway.
Sin embargo, los cuatro métodos anteriores no agotan todas las soluciones. La moderna narratología no cesa de ofrecernos nuevas fórmulas con mejor o peor fortuna:
«El relato constituido por narraciones intercaladas [toda la cursiva de esta cita es mía] presenta mayor complejidad en su diseño temporal, pues coexisten el tiempo del discurso de la narración que opera como marco y el tiempo de la historia correspondiente a este nivel diegético, y el tiempo del discurso del (o de los) relato enmarcado, que sitúa la metadiégesis en un tiempo no necesariamente contemporáneo al del relato marco; de hecho, lo más común es que relato marco y relato enmarcado se localicen en tiempos diferentes. Conviene recordar que cada vez que se recupera el nivel narrativo del relato marco la temporalidad se sitúa en este nivel y desaparece; por tanto, la temporalidad del relato enmarcado.
El relato simultáneo, por último, es el que más se acerca a la eliminación de la distancia temporal entre los tiempos del narrar y lo narrado, ya que los acontecimientos dan la impresión de ser contemporáneos con el discurso que los presenta; se trata, por lo general, de la narración behaviorista, que utiliza casi sin excepción el presente como tiempo narrativo fundamental. Procedimiento común en este tipo de relato es el ocultamiento de la instancia narrativa, que se priva así de digresiones y comentarios sobre la materia narrada, así como de traslaciones temporales hacia algún momento anterior de la historia narrada.
[…] Los relatos o segmentos narrativos, organizados mediante la técnica de la corriente de la conciencia constituyen otro ejemplo del fluir temporal no lineal. Situada la instancia del discurso en la interioridad del personaje, su hablar asocia, de manera desordenada, distintas experiencias que se sitúan en diferentes momentos de su pasado (o, eventualmente, se expresan como posibilidades a futuro producto de deseos, esperanzas, propósitos, etcétera); pero tal pasado es asumido por el personaje como presente inmediato, el presente de su propia conciencia. Lo que importa señalar sobre este aspecto es que un relato o segmento narrativo organizado según la corriente de la conciencia no respeta orden cronológico alguno: […].»[1]
[1] Lertora, Juan Carlos: La temporalidad del relato. En: Parada Oropeza, Renato (rec.): La narratología hoy. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1989.
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