Los escritores muertos


Gabriel García Márquez al hoyo y sus herederos al bollo. Lo mismo que ha sucedido con Andrea Camilleri hace unos meses, los herederos del escritor colombiano han publicado un libro que éste había decidido no dar a la imprenta.
Alguien intentará comparar este caso con los papeles de Franz Kafka y tendrá razón. Tampoco debieron de ser publicados, porque su autor no lo deseaba y únicamente él tenía derecho a decidir sobre su obra. Tanto si nos gusta como si no.
No obstante, la ambición de los herederos se sobrepone a los deseos que los escritores expresaron mientras vivían. Supongo que lo recomendable es que el autor destruya la obra que no desea publicar, pero no es algo sencillo.
En primer lugar, porque el escritor mantiene la esperanza de que algún día le llegue una idea genial que le permita transformar el manuscrito desechado en una obra de arte. Por esa razón, lo ha metido en una carpeta sin pensar que su familia podría venderlo como si fuera un jarrón.
En segundo lugar, casi nadie sabe la fecha exacta de su propia muerte –excepto algunas personas en las cárceles de Irán, China, Estados Unidos y otros países que todos conocemos– y el escritor cree que aún le quedará tiempo para destruir el manuscrito desechado. Grave error. Si eres escritor y quieres asegurarte de que no se publicará ese original, destrúyelo, porque tal vez mañana será tarde.
Por malo que sea un libro póstumo publicado, siempre habrá estómagos agradecidos que escribirán elogios en sus artículos periodísticos, sabedores de que las editoriales no las prefieren rubias ni rubios, sino periodistas domesticados. Y que mañana o pasado mañana, si el periodista domesticado ha escrito un libro, no es cuestión de andar buscando editores sino de dirigirse a quien le debe un favor o dos.
Enhorabuena a los herederos de don Gabo, que cobrarán una buena cantidad de dinero por los derechos de autor del libro que el escritor no quiso publicar. A fin de cuentas, qué más da… el viejo está enterrado y bien enterrado, ¿no?

2 thoughts on “Los escritores muertos

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  1. Más allá del derecho, ¿puede efectivamente un autor decidir sobre su obra? ¿Y puede una obra mala perjudicar a las buenas? ¿Y no puede, como en tantas otras cosas, tomar mejores decisiones otro que aquél de quien se las espera? ¿Por qué pedir (o escuchar) la opinión del autor cuando su obra ya está acabada?

    1. Una casa que alguien ha construido con sus manos, con sus materiales y en su propiedad. ¿Una vez la termine ya no tiene derecho sobre ella? ¿Por qué alguien tiene que escuchar su opinión si ya la terminó? Yo no encuentro la diferencia, sinceramente.

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