El puente de los esclavos
Durante mi primera visita a este territorio, con motivo del Folk Life Festival del año 2007, encontré a algunos descendientes de canarios (unos procedentes de Luisiana que ya conocía desde hacía tiempo y otros de Texas cuya canariedad era más que dudosa), restos arquitectónicos que hablan de las primeras familias, un cementerio, una misión, una imagen de la virgen de Candelaria que no llevaba ni diez años en San Antonio,… Lo cierto es que en esta ocasión llevo aquí un día y no he tenido tiempo de tomarle de nuevo el pulso a la ciudad, ni siquiera al mercado con sus mariachis, sus artesanos, sus policías corruptos, sus tacos y sus asopados.
Sé muy bien que San Antonio es una ciudad agobiante donde las prisas, sumadas al aplastante calor, ponen a la gente de malhumor en la calle. Sin embargo, tan pronto uno entra en un edificio, las caras cambian y la amabilidad es permanente, ¡incluso en las dependencias públicas!

Buena entrada, ¡vaya comité de bienvenida: mano de obra importada a precio de esclavos y sin tener que abonarle el viaje!, pensé, y proseguí mi camino, más triste y cansado si cabe.
Fuerte El Álamo, los canarios y Floresville
En lugar de un herreño, me encontré con el director del viejo fuerte y un papel que me autorizaba a curiosear y filmar cuanto quisiera dentro del recinto. Qué tranquilo está esto, da gusto, pensé y me senté bajo la copa de una pimentera. Allí empecé a imaginar los tiros de los mexicanos del general Santa Anna contra los defensores parapetados detrás de aquellos muros.

Éstos habían llegado de todas partes, con la intención de luchar; no sólo estaba allí David Crocket; también había alemanes, ingleses y canarios procedentes de Luisiana. Algunos isleños residentes en San Bernardo Parish –cuyos vecinos nunca perdieron la oportunidad de pegar unos tiros, aunque casi siempre alistados en el bando equivocado– estuvieron en el interior del fuerte. Por ejemplo, Toribio Losoya, un descendiente de canarios que luchó y murió allí, defendiendo como un jabato el sagrado derecho de los texanos a tener esclavos. Su madre y sus hermanos, excepto uno a quien le dieron matarile al finalizar la batalla, sobrevivieron. Hace años, pasé por Floresville y me enteré de que una descendiente de aquella familia había donado el terreno donde se edificó esta población que aún conserva un viejo y descuidado cementerio con muchos apellidos canarios. Por cierto, esto me recuerda que debería terminar mi serie de relatos sobre esa familia y las dramáticas casualidades que incluyen a Billy el Niño, el cual vivió una temporada en los alrededores.

¡Viva Santa Anna!… aunque le pese a John Wayne
Cuando México liberó a los esclavos, los texanos de origen anglosajón se enfadaron sobremanera y andaban sublevados porque deseaban conservar a su servicio a aquella pobre gente que consideraban de su propiedad. Este germen esclavista terminó por ocasionar el ataque del general mexicano Santa Anna, un hombre que en ese entonces era defensor de los valores democráticos, que luchaba por ampliar las libertades populares.
¿Y el párrafo constitucional que ordenaba el final de la esclavitud en los Estados Unidos para el año 1808? No fue respetado. Tuvo que sobrevenir una terrible guerra fratricida en la década de 1860 para que los negros obtuvieran, al menos oficialmente, la libertad en Los Estados Unidos de América.
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