Los puños de Sartre: una anécdota poco conocida

A pesar de ser un tipo bajito y generoso, Jean-Paul Sartre poseía una contundencia fuera de lo común. No sólo se mostraba contundente en sus ensayos filosóficos o en sus artículos y declaraciones de militante de izquierdas, sino también como gimnasta y boxeador.

Su amigo de juventud –y no tan amigo de madurez– el filósofo Raymond Aron, decía que en el gimnasio de la Escuela Normal de París Sartre trepaba con la agilidad de un gato por la cuerda mientras colocaba las piernas en ángulo recto.

Hay un artículo, publicado en el año  2005  por Philippe Lançon, en el periódico francés “Libération”, donde cuenta la siguiente anécdota, que conoció por boca del psicólogo Jean François Giustiniani, quien había sido alumno del filósofo, cuando éste daba clases en un instituto:

“Un día, Sartre sugirió que algunos estudiantes lo siguieran a un gimnasio de boxeo: “Necesitaba compañeros de entrenamiento”, dice Giustiniani. Era fornido, fuerte. Cuando se quitó las gafas, adoptó un aspecto feroz. La primera vez que boxeé contra él, volví a casa magullado”. Su madre le pregunta: “¿Quién te hizo esto?” Él responde: “El profesor de filosofía”. Ella va a buscar a Sartre al final de la clase y le dice: “Señor, ¿cree que voy a enviar a mi hijo a la escuela secundaria para que su profesor de filosofía le desfigure la cara?” Al día siguiente, Sartre le comenta sonriendo a su alumno: “Tu madre no es muy graciosa. Pensé que me iba a abofetear.”

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