Un perímetro de 100 km quemados significa más bosque afectado en una orografía abrupta, como la tinerfeña, que si se tratara de una zona menos montañosa. Por esa razón, la medida perimetral no sirve para informar del grave daño que ha sufrido –y continúa sufriendo, mientras escribo esto– la mayor de las islas canarias.Lo entendemos mejor si decimos que ya ha ardido una superficie similar o superior a la ocupada por 30.000 campos de fútbol. Una barbaridad para un territorio insular tan reducido.
Cientos de personas por tierra, cuatro aviones y un helicóptero luchan por sofocar las llamas.
Y es un único helicóptero porque, de tres que había, uno se averió y otro fue derribado por una pedrada, que le lanzó un anciano de 80 años, cuando observó que aquel pájaro metálico le estaba robando el agua de su finca y estropeando sus cultivos. Los medios públicos y las redes sociales se llenaron de exabruptos contra el David tinerfeño de la certera pedrada, pero nadie ha dicho nada de la obligación que tenían las autoridades de avisar a este y a otros campesinos de que los helicópteros necesitaban cargar el agua en sus propiedades. En resumen, el anciano fue detenido por la policía ante el aplauso general (más de uno se habrá lamentado de que el viejo no fuese linchado junto a la charca) y, aunque no hubo heridos, el vehículo no puede volar, al menos de momento.
Estas fotos las tomé en la bahía de Santa Cruz de Tenerife, cuando los aviones cargaban agua de mar cada 20 minutos para descargarla en el monte de la Esperanza.
Un fotógrafo. que estaba a mi lado contemplando los aviones cargando agua en la bahía de Santa Cruz de Tenerife, me comentó:
–Es agridulce que disfrutemos de este espectáculo cada vez que se quema el monte. Me encanta fotografiar estos aviones, pero se me cae el alma al suelo al pensar en el incendio.
No podía haber expresado mejor los sentimientos de quienes estábamos a su lado, que asentimos en silencio, compartiendo su reflexión, su dolor y su visión artística del momento.
Nada más. Unas instantáneas con sabor a cenizas, que uno siempre alberga dudas sobre la conveniencia o no de publicarlas.
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