Ruiz de Padrón, celebrado en el Primer Centenario de la Cortes de Cádiz, en 1912

A lo largo del siglo XIX, y buena parte del XX, nadie tuvo la menor duda de que la abolición de la Inquisición fue obra del Diputado canario Antonio Ruiz de Padrón. Posteriormente, algunos historiadores han tratado de rebajar la importancia de su figura, pensando que con ello suben la de algún paisano suyo que también fue Diputado en aquellas Cortes. Un error de falta de perspectiva que no beneficia a nadie, incluidos a quienes lo comenten de manera maliciosa. Por otra parte, el pasotismo de gran parte de los políticos canarios, tan olvidadizos cuando se trata de reconocer méritos a sus paisanos, también trabaja en contra de la memoria histórica del gran Ruiz de Padrón.

La imagen que acompaña este texto muestra, en la principal lápida de las antiguas Cortes de Cádiz, a Ruiz de Padrón como uno de los diputados doceañistas más importantes. En ella, con toda justicia, se le atribuye el mérito de la abolición de la Inquisición.

Esta gran lápida fue sufragada con el dinero que enviaron los emigrantes de Cuba, Chile y México, a través de sus asociaciones, para celebrar el Primer Centenario de la Constitución Española de 1812 y de las Cortes gaditanas. La colocación de las lápidas fue promovida por la Sociedad de Amigos del País(*), por el Ateneo y por la Comisión Provincial de Monumentos Históricos de Cádiz.

El proyecto consistía en llenar las paredes del oratorio de San Felipe Neri –donde se asentaron las Cortes– con una gran cantidad de lápidas, procedentes de instituciones española y americanas. Cuando fue llegando el dinero recaudado, comenzaron a grabarse las inscripciones en diversos talleres de Cádiz. Gracias al interés de algunas personas, se logró reunir una cantidad apreciable de lápidas.

El otro proyecto ambicioso era constituir el edificio como un Mausoleo Nacional, donde reposaran los restos de todos los diputados doceañistas. No se logró llevarlo adelante.

Sin embargo, sí cuajó la creación de un Museo y Biblioteca doceañistas, que se ubicó en unas casas vecinas al Oratorio, adquiridas gracias a los buenos oficios de Cayetano del Toro. Este museo continúa abierto en nuestros días.

Varias publicaciones vieron la luz con motivo de este Primer Centenario. En un libro, publicado por José Belda, podemos leer lo siguiente:

«D. Antonio José Ruiz de Padrón.– Fué un sacerdote ejemplar, un carácter cumplido, nacido en Canarias, Abad de Villamartín de Valdeorra y Diputado propietario electo por Canarias (Lanzarote) en Julio de 1811, y que en Diciembre del mismo año tomó posesión de su cargo en Cádiz. Es una de las figuras más simpáticas de la época doceañista.

Nació en la Gomera en 1757; se educó en Tenerife, donde tomó el hábito de franciscano. Fué cura párroco. Viajó luego por Europa y América, y por oposición obtuvo la Abadía de Villafranca.

En las Cortés logró gran relieve por sus discursos y afortunadas gestiones contra la Inquisición y el voto de Santiago. La reacción le hizo una de sus predilectas víctimas, condenándole en 1815 á reclusión perpetua en un Convento.

Diputado otra vez en 1820 (por Canarias y Galicia) fué nombrado Maestrescuela de la Catedral de Málaga, y por efecto de las persecuciones sufridas, murió en Valdeorra en Septiembre de 1823.»

Aunque existen varios datos erróneos, es evidente la simpatía del autor por Antonio Ruiz de Padrón, a quien nombra en repetidas ocasiones en diversos capítulos de su obra, calificándole de ser un Diputado singular y de insuperable importancia.

NOTA

(*) Me refiero a la Sociedad Económica de Amigos del País de Cádiz, porque la tinerfeña, a pesar de haber contado con Ruiz de Padrón como socio, no movió un dedo para homenajearlo. Y, dicho sea de paso, continúa sin realizar un solo movimiento para conservar la memoria de tan ilustre personaje.

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