Imágenes tomadas durante un paseo por los bosques milenarios de laurisilva en Anaga, Tenerife.
Pongamos que hablo de Anaga: subir y bajar caminos empinados por montañas cubiertas de árboles retorcidos por los años: pasar bajo las ramas (casi borradas por la niebla) que gotean sobre tu cabeza: descubrir el color de las flores al borde del sendero: escuchar el ruido de tus pasos sobre el silencio…
Pongamos que hablo de cualquier otro lugar: la poesía (es decir, la capacidad de emocionarse) hunde algunas de sus raíces en nuestros sentidos y en la forma de gestionar nuestra relación con el entorno: en la posibilidad de sentir la energía —real o ficticia, tanto da— que nos funde con este planeta que todavía se resiste a desaparecer.
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Hermoso paseo… dispuestas para un poema Japonés. Abrazo