Ratzinger cumple el sueño de García Márquez: asistir a su propio entierro

Gabriel García Márquez narró en un cuento cómo asistía a su propio entierro. Acompañaba don Gabriel a los acompañantes de su féretro, bebiendo, cantando y tocando guitarras, montados todos en una gran parranda. El bueno de Ratzinger no va a llevar guitarras, como García Márquez, pero, a falta de guitarras y guitarrones, un buen órgano le servirá de fondo musical para contemplar la cara de terror de su Sucesor cuando sea elegido.

El papa se convierte en dios

El hasta hoy jefe de la iglesia católica se retira a cien metros del que será su Sucesor, echándole el aliento en la nuca, sin perder un solo paso, un solo gesto, una sola palabra. Los secretarios, los cardenales, los carcamales del Vaticano irán a consultarle cada movimiento del Sucesor, a pedirle su beneplácito o su censura para actuar en consecuencia.

Hosni Mubarak: buenísimo, bueno, malo, muy malo y malísimo. O la comodidad de creernos todo

Husein, como Mubarak, fue otro líder bueno que se convirtió en malo a golpe de tele y de cañón. Ya hemos visto el resultado de toda esa pantomima. La realidad es que Husein fue derribado cuando se le agotó el dinero para comprar armamento al Reino Unido y cuando le convino a cierta familia, con intereses cerveceros en Texas para entrar en los negocios petroleros de Oriente Medio. ¿Sucederá lo mismo con Mubarak? Ahora, más que el tiempo, la guerra es oro. Actualizando la frase latina, podríamos aseverar: Si vis pecumiam, para bellum: Si quieres dinero, prepara la guerra

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