Sobre cómo, dónde y por qué Shakespeare, Raleigh y Jonson se ponían morados de Canary-wine. QUINTA PARTE

Cuadro «Shakespeare y sus amigos en la Taberna de la Sirena», pintado por John Faed, en 1850.

Vuelvo a traer a colación el poema Inviting a Friend to Supper de Benjamin Jonson[1], porque se convirtió en un texto muy popular durante los siglos siguientes a su publicación y, consecuentemente, fue tan comentado como plagiado y citado por otros literatos.

He señalado ya el caso de John Keats, con la magnífica alusión al poema de Jonson en su Lines on the Mermaid Tavern, publicado sólo dos años antes de su desoladora y prematura muerte. Hoy, traigo otro texto a colación, aparecido en una revista neoyorquina del siglo XIX, en el que su autor trata de recrear el ambiente que debió reinar en las tertulias de escritores, en la Taberna de la Sirena, mientras, seguramente, se escuchaban las campanas de la cercana catedral de San Pablo, en Londres.

¿Y cuál era en combustible que ponía en marcha estas tertulias, el elemento que congregaba en La Sirena a tan selecta clientela, el precioso vínculo que los mantenía unidos por encima de sus naturales celos y suspicacias? Sin la menor duda, el vino canario que se deslizaba por las gargantas y plumas de los divinos contertulios, los cuales salían iluminados de La Sirena, rumbo a sus obras literarias, en las que necesariamente tenía que emerger su adorado Canary-wine.

«Sir Walter Raleigh, antes de verse envuelto en problemas políticos, organizó encuentros regulares de los ingenios de su época, que se reunieron en “La Sirena”, una popular taberna de Londres por esa época. Alrededor de esta mesa redonda, reunió más genio y talento de que lo que antes el mundo había visto y, probablemente, jamás volverá a ver.

Entre los asistentes habituales estaban Selden, Beaumont, Fletcher, Ben Jonson y Shakespeare. Si las conversaciones de estos maravillosos hombres se hubieran podido conservar tal como transcurrieron, dejando fluir los sentimientos de amistad y los torrentes de ingenio, ¿qué libro poseemos ahora que pudiera igualar en interés tales recuerdos?

Jonson era, sobre todo, un calavera y, sin lugar a dudas, el más ruidoso de la tertulia. El viejo Ben ostentaba cierto carácter fanfarrón que producía un sutil contraste con la conducta de sus compañeros. Podemos imaginarle con Shakespeare a un lado y Raleigh al otro, cantando una de sus canciones, y poniendo un énfasis particular en estos versos:

Pero lo que más nos inspira a mi musa y a mí
Es una fina copa de rico vino canario
que es de la Sirena, por ahora; pero que pronto será mío.

Entonces la Señora Quicky, perteneciente al establecimiento, aparecería con el nombrado vino canario, tal vez importado en uno de los propios barcos de Raleigh, mientras que el filosófico y poético navegante detallaba a los miembros del club las maravillas que había presenciado en sus muchos viajes, las cosas extrañas que había encontrado en las plantaciones de Virginia, y las probabilidades que existían de realizar su sueño de encontrar El Dorado.»

Así era la desaparecida Taberna de La Sirena

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NOTAS

La afición de Ben Jonson por el Canary-wine se hizo legendaria. Además de sus frecuentes visitas a la taberna regentada por la señora Quickly, exigió al gobierno de Londres que le suministrara una barrica de vino canario cada año, dentro de la pensión vitalicia a que se había hecho acreedor como «poeta laureado», tal como se expresa en la siguiente cita.

Ben Jonson delighted in copious draughts of Canary wine, and even contrived to have a pipe of that liquor added to his yearly pension as poet-laureate.
(Harper’s magazine, Volumen 11, 1855)

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