Fiesta del Charco. 1


Gran Canaria. La Aldea de San Nicolás de Tolentino. A las doce de la mañana del día 11 de septiembre, justo cuando empieza a chisporrotear el primer compás de la Banda de Agaete, un grupo alegre y pintoresco de personas comienza el recorrido de un par de kilómetros, en dirección al mar.
La Banda de Agaete está compuesta por una decena de músicos, vestidos como capitanes de la marina mercante, con saxos, trombones, trompetas, una caja, unos platillos y un bombo que lleva pintado el Dedo de Dios antes de partirse. Junto a las canciones de Los Beatles, como el «Submarino amarillo» o el «O-bla-di-o-bla-da», sonaba el auténtico himno nacionalista canario «Me gusta la Bandera» del brazo de «La Raspa» y de las poco edificantes canciones «Monsieur Canibal» y «La Madeleine», joya preciada de la Legión Extranjera francesa en Argelia.
Los asistentes llevan en alto botellas de excelente ron de La Aldea, ramas verdes como en los ritos guanches y canastos para guardar el pescado que más tarde se recogerá en El Charco.
El especial motivo de la Fiesta del Charco se cuenta en el vídeo de la Segunda Parte, que está disponible en esta misma página.
Nuestra alegre comitiva, con su marcha sensual y trepidante, va carretera adelante. Muchos visten camisetas amarillas con la frase «De aquí pa’l Charco», mientras otros aprovechan para exhibir alguna frase para reivindicar algo para su pueblo. Aquí no hay edad: desde bebés hasta bisabuelos saltan y brincan con una sonrisa que no pude explicarme hasta que vi lo que sucedió en El Charco (en La Aldea dicen «la charca») por la tarde.
Así, entre chorros de ron en la boca y de sudor en la espalda, la chispeante comitiva llega al muelle. Allí la Banda de Agaete sube a una tarima y vuelve a interpretar su jubiloso popurrí. La gente se sitúa donde puede y levanta las manos y salta enloquecida y grita sin perder la sonrisa por los pisotones o por el inclemente sol. Algunos dan media vuelta y se tiran al mar sin quitarse la ropa.
Cientos de participantes continúan bailando durante mucho tiempo, arrebatados por la música.
Frente al muelle hay un bosquecillo de tarahales. Allí no hay bullicio. La gente duerme sobre una manta en el suelo, canta canciones mexicanas, juega a las cartas, abanica la barbacoa con carne de cochino y se echa su «fisco ron» cuando piensa que nadie mira. Pero esto ya pertenece al principio de la Segunda Parte que es la más interesante…

Este cortito está realizado por Manuel Mora Morales. Parte de la filmación corrió a cargo de Olivia Quintero.

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