Si alguna vez en Venecia se te ocurre bajar del vaporetto en la Accademia, de noche o casi al amanecer, caminar y sentarte en la soledad de la Punta de la Dogana, debes cerrar los ojos hasta que te sientas con fuerzas suficientes para enfrentarte al paisaje urbano más bello de este planeta, sin sucumbir a su hechizo.
Una curiosidad: el día que comí lapas en el Gran Canal de Venecia
Habrá quien piense que estas lapas difieren mucho de las que se recogen en las costas canarias; sin embargo, las venecianas, aparentemente, son iguales en la forma, en el tamaño, en el color… y en el sabor. Se lo aseguro yo que no he resistido la tentación de comerlas, tras haberlas recogido con mis propias manos. ¡Y debe creerme si le digo que las encontré tan sabrosas como si las hubiera cogido en el Mar de las Calmas, antes de reventar el volcán!
Unas palabras apresuradas sobre Tamara Kvesitadze y su intepretación no filosófica de cuestiones filosóficas, en la Bienal de Venecia
La experiencia de contemplar la esfera de caras blancas que flota en medio del recinto es impactante: poco a poco la mirada se va acostumbrando a la penumbra que rodea la esfera y vislumbra transformaciones en los rostros: una mejilla que se contrae, una ceja que se eleva, un labio que se distiende. Cuando entré... Leer más →