Al final del camino

Después de caminar algunas decenas de metros, los pies comenzaban a pesarme como si las suelas de los zapatos se hubiesen transformado en plomo. Todas las sombras se me antojaban almas en pena, las ramas de los nispereros, movidas por la brisa nocturna, se aproximaban al camino de manera amenazadora. Todos los misterios con que los curas me llenaban la cabeza aparecían en un lugar u otro del camino, el rabo fétido del demonio se convertía en una tubería que goteaba líquidos del averno, el brillo de un cristal roto era igual a los reflejos del cáliz donde el sacerdote bebía la sangre de un Dios muerto por culpa mía y de otros pecadores, los roces de las hojas de las plataneras eran susurros de espíritus malignos que me acechaban en los bordes del camino...

De las doce a la una corre la mala fortuna

Siempre podremos echar mano de una fórmula que no acostumbra a fallar: dibujar un círculo en el suelo y clavar un cuchillo en el centro.

Las brujas

Ésas que tal vez llegan por los aires después de untarse pomadas fétidas en los sobacos y gritar: ¡Arriba arriba sin Dios ni María! Pero hasta los inquisidores estamos convencidos de que jamás se debe caminar por estos lugares durante la hora que sigue a la media noche.

Leyenda de las brujas de la Laguna Grande

Mujeres con el cabello suelto, desgreñado, largo, flameando al aire de la noche como banderas sombrías. Brujas que vociferan, chillan, berrean y dan palmadas, avanzando con saltos de geometrías inverosímiles. En algún lugar, comienza a sonar un tambor. Un ruido sordo y lento que va hinchándose y apagando los otros sonidos, adueñándose del gran círculo donde ni la hierba crece, extendiéndose sobre el suelo húmedo de rocío y subiendo por las piernas de las mujeres que han formado un círculo fluctuante.

Powered by WordPress.com. Tema: Baskerville 2 por Anders Noren.

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: