Con radar y sin radar se sabía que llegaba una soberana tormenta. ¿Hubiese cambiado algo saber que descargaría una hora antes o una hora después? ¿O iban a correr con el radar-paraguas detrás del ojo de la tormenta para que nos fuéramos cobijando en él?
Nuestros políticos archipieilógicos –canarios y madeirenses– dicen demasiadas sandeces y, probablemente, piensan que los ciudadanos las tomamos como santas y sabias verdades. Pero si hay algún idiota en estas historias de tormentas y faltas de previsión no es precisamente el ciudadano común. El mismo que no va a permitir que se construyan más centrales eléctricas sabiendo que estas islas no las necesitan.
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