Este momento en que sosegadamente no creemos en nada

Desenlacemos las manos, que no vale la pena cansarnos. Ya gocemos, ya no gocemos, pasamos como el río. Más vale que sepamos pasar silenciosamente y sin grandes desasosiegos.

El higiénico látigo de Sir Henry Morton Stanley – [en el río (2)]

La maestría de Mailer en remover la conciencia arrancando su corteza a tiras consiste en colocar nuestra inteligencia y nuestros sentimientos junto a la normalización del horror en una réplica del corazón tenebroso apuntado por Conrad.

Pessoa, Mailer y Oswald, en el río (1)

Ahí tenemos a un muchacho idealista o desequilibrado (¿dónde está la frontera entre ambos calificativos, al que también podríamos agregar el de conservador?) que se aleja de la orilla y corre hacia el corazón del huracán. En el exterior todo es normal, excepto que la KGB tiene alquilado el piso de arriba y graba sus conversaciones y fotografía sus movimientos. Pero durante mucho tiempo eso es irrelevante para Oswald, puesto que lo desconoce. La verdadera aventura se libra en su interior.

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