La frase necia del día: Palito Ortega

Con vídeo incluido. Ciertamente, hace 42 años que se pronunció esa frase, pero es de tal calibre que resulta difícil olvidarla después de haber visto este vídeo. La pronunció el cantante argentino Palito Ortega en el Festival de Música de Viña del Mar 1977, en Chile, ante las 15.000 personas que llenaban el Anfiteatro de la Quinta Vergara.

Cuando un hombre sueña

Hicieron el amor; el amor no se está quieto, ahí, como una piedra, sino que hay que hacerlo, como el pan; rehacerlo todo el tiempo, hacerlo de nuevo. Después se abrazaron, sosteniendo el amor, dormidos. Cada vez que termino de leer una buena novela, experimento un sentimiento similar al que me produciría un pequeño funeral,... Continue Reading →

El secreto de la felicidad es...

Querer ser libre es ser libre

FOTOS: sentado en el pequeño muelle, junto a los pescadores que hablan en su indescifrable dialecto napolitano, la mirada se me vuela tras la serenidad de las gaviotas. Ajenas a las preocupaciones que reptan en el suelo, ellas ejecutan sus bucles de libertad entre el azul del agua y el del cielo.

Educar o alienar, he aquí el problema

  Miguel de Unamuno estaba convencido de que únicamente los idiotas y los locos pueden ser felices. Tal vez, por esta razón, los seres humanos incidimos tantas veces en la locura y en la estupidez cuando perseguimos utopías sociales, políticas, mediáticas o pedagógicas, sin caer en la cuenta de que la regla de Unamuno jamás... Continue Reading →

PUERTO RICO Y LA FELICIDAD

Los puertorriqueños son los habitantes menos felices de las islas caribeñas. Al menos, ésta es la sensación que me han producido sus habitantes desde que los conozco. Al principio, pensé que esa infelicidad era parte de la herencia cultural legada por los abundantes emigrantes canarios que arribaron a Puerto Rico. Indudablemente, los canarios somos muy dados a la autocompasión: sólo hay que oír hablar a uno de nuestros políticos o leer cualquier periódico para confirmarlo. Sin embargo, los numerosos descendientes de isleños en Cuba y la República Dominicana no se distinguen de sus vecinos por una acusada falta de dicha, aunque sean algo más melancólicos que los ciudadanos de otras etnias. Se me olcurrió que tal vez eran infelices por su dependencia de los Estados Unidos; pero estoy plenamente convencido de que ni las cadenas ni las alas políticas logran arrebatar la sonrisa a un pueblo. Se puede ser íntimamente feliz en el más infecto calabozo y desdichado en el palacio más suntuoso. Parece como si los caminos de felicidad y los del bienestar fueran misteriosamente independientes. Que los fluidos que alimentan el placer sean diferentes de los que nutren la sonrisa.
A mi modo de ver, la tristeza boricua responde a (...).

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