¿Por qué construir libros, espectáculos o discursos aburridos? Quienes nos leen o nos escuchan se identifican más con nosotros y con nuestros mensajes cuando se les brinda la oportunidad de esbozar una sonrisa, por muy serias que sean las cosas que les contamos. Ciertamente, algunas personas poseen un don natural para hacer reír, pero todos podemos producir textos de calidad con un excelente humor, si aplicamos las técnicas precisas.
El higiénico látigo de Sir Henry Morton Stanley – [en el río (2)]
La maestría de Mailer en remover la conciencia arrancando su corteza a tiras consiste en colocar nuestra inteligencia y nuestros sentimientos junto a la normalización del horror en una réplica del corazón tenebroso apuntado por Conrad.
Pessoa, Mailer y Oswald, en el río (1)
Ahí tenemos a un muchacho idealista o desequilibrado (¿dónde está la frontera entre ambos calificativos, al que también podríamos agregar el de conservador?) que se aleja de la orilla y corre hacia el corazón del huracán. En el exterior todo es normal, excepto que la KGB tiene alquilado el piso de arriba y graba sus conversaciones y fotografía sus movimientos. Pero durante mucho tiempo eso es irrelevante para Oswald, puesto que lo desconoce. La verdadera aventura se libra en su interior.
El turista hipotético
Si nos sobran tres millones de camas sin ocupar, ¿por qué se concedieron los permisos para construir tantas urbanizaciones durante la reciente moratoria turística, alegando que se trataba de alojamientos de imperiosa necesidad?
LOS ESCRITORES Y EL AMOR. Capítulo 5: PÉREZ GALDÓS
No me joda, don Benito, ahora resulta que vuelve usted a cambiar la dirección del amor. ¡El burguesito se casó con una pecadora y no le dio ni un beso! Y ya no hay uno sino dos, cuatro, veinte amores que navegan por su novela como si fueran barquillas de vela latina pilotadas por gente enloquecida que se cruzan, se embisten, se ayudan y hasta se hunden irremisiblemente en el mar de la vida que es el morir. Y hasta una barquilla vuela con sus alas latinas extendidas, como sólo usted, señor mío, podría hacer volar al amor eterno sobre el lecho mortuorio de una pecadora que -¡quién sabe, don Benito, quién sabe!- había tenido alma, ojos y pechos de poetisa gallega.
Reflexión personal sobre la película de Lanzarote
Si he de decir algo estrictamente personal es que, a mi entender, este documental no es, ni pretende ser, una suma de elementos para demostrar una opinión formada de antemano. Más bien, mi encuentro con el caso Berrugo –un prototipo en la defensa de la propia identidad frente a la devastación del territorio– me ha inducido a esta reflexión sobre la ética del actual desarrollo urbanístico.
El plagio
Se entiende por plagio la copia de partes substanciales de obras ajenas, dándolas como propias. Si usted reproduce literalmente lo que otro autor ha escrito, sin entrecomillar o indexar el texto y sin citar su procedencia, está cometiendo un plagio. Sin embargo, cuando alguien repite con otras palabras el pensamiento de un autor no hace un plagio, sino una paráfrasis, lo cual es perfectamente legal.
Los degradados en ¡Menudo reparto!, de Jonathan Coe
El novelista Jonathan Coe y su fascinante juego de espejos y degradados para retratar a quienes mueven los hilos de la sociedad actual desde la mayor impunidad.
¿Literatura popular o literatura de élite?
Entre escritores, lectores, críticos y otras gentes de costumbres literarias, permanece un debate abierto que se acrecienta de vez en cuando, como sucede con los rescoldos de una hoguera cuando les llega alguna racha de aire nuevo: el fuego y el debate siguen siendo los mismos, aunque esporádicamente se acrecienten y varíen sus formas.
Literatura y sociedad
Aunque uno escriba a partir de experiencias propias y vierta en el texto sus opiniones, es innegable que éstas y aquéllas son sus versiones personales sobre lo que sucede a su alrededor o, dicho de otra manera, la literatura es social por necesidad.
Las opiniones de quien escribe
Vaya por delante que soy partidario de que cada escritor, como cualquier otra persona, debe ser libre para expresar su opinión, sea ésta la que fuere. Sin embargo, las precipitaciones en ofrecer al público juicios poco meditados, surgidos del apresuramiento, nos pueden sacar los colores un tiempo después. Un poco de mesura nunca viene mal, sobre todo cuando se trata de juzgar la obra ajena.
La honradez intelectual
–El texto se está componiendo en un programa de ordenador –me dijo el funcionario público. –¿Para qué? ¿No van a publicar una edición facsímil? –pregunté, intrigado. –Claro que sí, pero sólo de esta manera podemos dejar fuera los artículos que no nos interesa que aparezcan. Me quedé de piedra. Lo primero que vino a mi cabeza fue una imagen del Ministerio de la Verdad de la novela 1984 de Orwell, donde unos funcionarios cambiaban la historia, a golpe de tijera, según les convenía a los gobernantes
El escritor y su Patria
Decía mi adorado Borges que a cada país le gusta ser representado por un libro y que casi nunca, paradójicamente, ni ese libro ni su autor se parecen a su país de origen. Que el espíritu liberal de Cervantes en nada se asemeja al espíritu inquisitorial de los españoles, ni el de Goethe al exacerbado nacionalismo alemán ni el fluir sonoro de los textos de Shakespeare a la excesiva reserva de los ingleses.
SOBRE LOS ESCRITORES (2). EL LECTOR
Nada duele más a un escritor que no ser leído y éste es un riesgo que corre todo el que se aventura a publicar algo. Sin embargo, los mejores autores saben que son ellos quienes deben cambiar sus libros cuando nadie los compra, mientras los mediocres se empeñan en hacer culpable al resto del mundo.... Continue Reading →
SOBRE LOS ESCRITORES (1)
Es cierto que la soledad con la que un individuo ha de enfrentarse a su tarea modela su carácter o que alguien que ame el trabajo solitario tiene mayores posibilidades de escribir. Sin embargo, las reacciones ante la sociedad no siempre son las mismas y dependen de factores externos al propio acto de escribir. No se puede comparar el carácter extrovertido de Ernest Hemingway con la introversión de Franz Kafka, ni creo que sea equivalente la avaricia de William Shakespeare o de Francisco de Quevedo con la generosidad de Leon Tolstoi o de Juan Rulfo. Conozco autores capaces de pasarse encerrados en una habitación, frente al ordenador, durante una semana y después salir un día completo a (...).