Le pregunté una vez a José Saramago si creía que la humanidad tendría salvación. Me miró sobresaltado y me dijo que no veía ningún futuro para nuestros hijos. –¿Entonces, don José?, ¿qué podemos hacer? No dudó en darme una respuesta: –Seguir luchando. Mi pregunta no fue casual, sino fruto de esas sospechas que de vez en cuando nos rondan las reflexiones y los silencios. Como si esos vislumbres constituyeran un grupo de mariachis mexicanos cantando la misma ranchera, cada madrugada, bajo los balcones de nuestros pensamientos más íntimos : ¿No es toda la existencia absurda, toda lucha absurda y absurda toda filosofía?