Sobre cómo un par de mulas canarias tumbaron a dos sabios ingleses, en el siglo XVIII

Llegaron a Tenerife un domingo de octubre de 1792. Pegaron trece cañonazos para saludar a la población, pero nadie les respondió. De manera que desembarcaron y se informaron de que en Santa Cruz no había pólvora para cargar el cañón de los saludos. A juzgar por el diario, los ingleses no debían hablar muy bien el castellano ni enterarse de la mitad de lo que pasaba en la isla. Aunque, así y todo, lograron salir con vida de sus "grandes" aventuras en su ascensión al salvaje y peligroso Pico del Teide. En esta primera entrega, se incluye la anécdota de las mulas antibritánicas y, en el próximo, asistiremos a la visita que unas damas de la alta sociedad tinerfeñas hicieron a los ingleses en sus propios barcos y de lo que allí sucedió.

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