A pesar de proceder Doménikos Theotokópoulos de una isla tan vinícola como Creta, sus lienzos muestran una casi total ausencia de imágenes sobre el vino. En contadas ocasiones, en su pintura puede verse alguna copa poco sospechosa de contener un buen vino. Por ejemplo, la copa que sostiene la mano de Juan Evangelista en su encuentro con su tocayo el Bautista o con el fraile Francisco de Asís: no contiene vino, sino un dragón que representa el veneno que según la tradición cristiana le obligaron a beber en prisión sin que le hiciera el menos efecto.