Como surgido de la chistera de un prestidigitador, di con un paisaje índigo: cielo y mar: únicamente interrumpido por la presencia de grandes rocas blancas: insólitas esculturas albinas que parecían haber sido elaboradas, pocos segundos antes, con azúcar aventada desde las plantaciones de caña que yo estaba leyendo. Conmovido por lo que veía, me puse en pie y corrí al coche para buscar la cámara fotográfica, antes de que se desvaneciese aquel prodigio.
Color
Estoy hablando desde la intimidad del fotógrafo. No de los fotógrafos profesionales o de los fotógrafos-artista que son, tradicionalmente, quienes han tenido el derecho de escribir sobre sus fotos. No. Yo hablo desde el fotógrafo entendido como el ciudadano de a pie que utiliza una herramienta de su época para acercarse a la belleza y al mundo, es decir, a su comprensión del universo, que es a lo que más aspiramos –inútilmente, por cierto– la mayor parte de los seres humanos.
Valle Gran Rey: de lo bello y sus formas trágicas
Así está Valle Gran Rey hoy. Ni el más voraz de los incendios le hace perder su belleza, aunque cambie sus tonalidades. La desolación –bien lo sabían los pintores y los escritores del Romanticismo– también muestra su atractiva estética, aunque arrastre nuestros sentimientos hacia la desolación.