El Halloween y otras guachafitas

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A relaxing cup of coffee in el cementerio.

Sinceramente, entre el Halloween y el Día de Finados (etc.) me quedo sin ninguno. Honestamente –como dicen los alemanes y los ingleses cada vez que van a decirte una mentira–, no creo en los fantasmas, no creo en los invisibles espíritus, no creo en el Corte Inglés ni siquiera creo en las calabazas, aunque tengan el cerebro del mismo tamaño que un ministro español de educación.

Me parece infantil caer en esa trampa de oponer al Halloween otra celebración con igual carga de superstición y morbo. Lo opuesto al Halloween, y a cualquier otra celebración de la muerte, es la celebración del nacimiento, la celebración del despertar, la celebración de la vida.

No debemos caer en la trampa, como si únicamente pudiéramos decidirnos por una de las dos opciones funerarias que nos presentan, cual si se tratara de votar por un bipartidismo carroñero en el que siempre gana la banca, como en los casinos de la mafia.

No. Ni Halloween, ni Día de Finados, ni Ranchos de Ánimas ni otras sandeces por el estilo. Comamos castañas, bebamos vinos nuevos y celebremos la vida sin ritos absurdos. Celebremos la vida que es, con toda seguridad, el mejor homenaje que podemos ofrecer a quienes ya no están con nosotros.

Salud.

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