El discurso del rey y la lección de Coca-Cola

Fui al cine. Craso error, porque salí decepcionado de la sala, cuando había esperado disfrutar de una excelente obra cinematográfica.

Sin embargo, por lo que he visto, oído y leído, no parece sino que yo sea el único espectador al que no le ha gustado la película El discurso del rey, cuyo guión no va más allá de una versión babeante y casposa de My fair Lady, por mucho que intenten presentarla como un documento histórico. Si he de ser sincero, quitando dos planos espectaculares de la Westminster Abbey y una correcta realización holliwoodiense, el film me pareció un caldo rancio, cocinado con mucha cebolla y mucha falsedad, a propósito para hacer lagrimear a los fans de la desaparecida e inefable Lady Di. Sin embargo, me dejó encandilado, estupefacto y patidifuso un spot de la Coca Cola que pasaron antes de comenzar la proyección de El discurso del rey.

Les cuento. Con motivo de 125 aniversario de la invención de la chispeante bebida americana, el anuncio trata de contar la historia del refresco, presentándolo como si fuese uno de esos famosos vinos franceses que han estado presentes en los grandes acontecimientos históricos. Para ello, comienza mostrando el primer vaso de Coca Cola, servido por su inventor, John Pemberton, en la Jacobs Pharmacy de Atlanta. El resto lo pueden ver en el vídeo que he vinculado a esta página. Nada de particular, excepto el final.

Lo que a mí me maravilla es que se nos diga, como si tal cosa, que 125 años más tarde el inventor de la Coca Cola (o su bisnieto) sigue sirviendo bebidas detrás de la barra, en el mismo pequeño establecimiento, cuyo único avance aparente ha consistido en denominarlo Bar en lugar de Pharmacy.

Uno queda sorprendido y preguntándose: ¿A dónde fueron a parar las estratosféricas ganancias de la marca? ¿Pretende decirnos la empresa propietaria de la Coca Cola que es igual cuanto inventes o trabajes, porque tú y tus descendientes seguiréis siendo unos pringados per secula seculorum y cualquier ganancia irá siempre a los bolsillos de los especuladores?

Las personas crédulas y poco suspicaces no tenemos por qué dudar de que sea verdadera la historia que nos han contado en esa publicidad. Mucho menos viniendo de una gran empresa a la que supongo seria y responsable. De manera que tampoco he pensado, ni por un momento, que los dueños de la Coca Cola nos consideren tontos del bote a quienes vemos el anuncio.; sino que han querido sincerarse por algún remordimiento que no habrán logrado quitarse de encima. Felicito su valentía.

Como digo, la película El discurso del rey no me ha producido el mínimo impacto artístico o emocional, excepto por haber perdido mi tiempo y el dinero de la entrada; pero el anuncio, ¡oh, el anuncio!, casi me ha hecho llorar, conmovido ante el triste drama que atraviesan las personas que tienen ideas innovadoras y, sin embargo, continúan esclavizadas en un trabajo deprimente durante siglos y siglos, viendo cómo otros se llevan el fruto de su inteligencia y de su trabajo. ¡Gracias, Coca Cola, por tu edificante lección!

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