Mario Vargas Llosa y Ana Rosa Quintana

Lo primero que leí de Mario Vargas Llosa fue Los cachorros. Yo tenía quince años y tardé varios días en reponerme del impacto que me supuso descubrir una prosa tan revolucionaria. Evidentemente, viviendo en un pequeño pueblo de una minúscula isla, yo no conocía a los grandes narradores surrealistas, no sabía ni a qué olía la prosa de James  Joyce y hasta dos años más tarde no leí la primera novela de Samuel Becket. Tal vez, a eso se debió mi sorpresa; aunque si hubiese leído  ese relato por primera vez esta mañana también me habría sorprendido de algún modo.

Mi última lectura de una novela del escritor peruano fue La fiesta del Chivo (que es para mí la obra actual sobre dictadores que más se aproxima a Tirano Banderas de Valle Inclán), lo cual evidencia que no he leído sus últimas tres obras de ficción.  Entre Los Cachorros y La Fiesta, he tenido suficiente tiempo (aunque a uno siempre le parece poco, cuando se trata de la propia vida) para leer casi toda su bibliografía. Llegado a este punto, cualquiera puede quedar como un crítico exigente, si añade: “bibliografía por lo demás irregular”. Afortunadamente, no he llegado a tamaño grado de estupidez como para poner en tela de juicio obras que tal vez precisen una segunda lectura para que adquieran todo su significado literario.

Hoy Mario Vargas Llosa ha recibido el Premio Nobel de Literatura con todo el merecimiento del mundo. Además de sus obras literarias, ha publicado ensayos de diversa índole, entre los que destacan los dedicados a los autores y a la novela francesa: Sartre, Camus, Victor Hugo,… Hoy sería una temeridad hablar de Gustave Flaubert y de su obra sin referirse a las opiniones de Vargas Llosa.

En cuanto al aspecto político, resulta imposible no mencionar las ideologías cuando se habla de un escritor importante de América Latina. Mario se decantó por la derecha y desencantó a casi todos sus lectores cuando se presentó a las elecciones presidenciales de Perú y puso de manifiesto una ideología cercana al neoliberalismo que hasta ese momento no había mostrado abiertamente. Sin embargo, la pregunta es: ¿Influye la ideología del escritor en la calidad de su obra?

Indudablemente, ideología y literatura caminan de la mano y suelen ser los escritores más comprometidos socialmente los que han producido mejores obras, desde Cervantes hasta Saramago. No obstante, no existe una línea fronteriza nítida entre escritores superficiales, antisociales y comprometidos. Nadie puede decir que el poeta mexicano Otavio Paz rehuyó el compromiso o que Vargas Llosa no ha retratado de manera valiente los crímenes de las dictaduras latinoamericanas, por el solo hecho de tener ideologías de derecha.

Finalizo con una anécdota sucedida en la Feria del Libro de Madrid, hace unos años. Yo me encontraba en una caseta frente a la que estaba Mario Vargas Llosa esperando para firmar ejemplares. El hombre no estaba muy atareado, pues sólo cada mucho tiempo llegaba un lector para que le firmara un libro. Sin embargo, muy cerca había una cola larguísima de gente que llevaba el mismo libro para saludar y pedir el autógrafo a su autora, una locutorcilla de la televisión basura, llamada Ana Rosa Quintana. Esta mujer daba la perfecta imagen de una pava real exhibiéndose sin pudor alguno ante una nube de peregrinos deseosos de ser abanicados por sus plumas de gran escritora.

Me dio tanta vergüenza como pena observar la soledad de Vargas Llosa y me acerqué para charlar un rato con él. Aunque ya la había leído, volví a comprar una novela suya en la que me estampó una preciosa dedicatoria. Ya se podrán imaginar que viendo el espectáculo que teníamos delante el tema de conversación era obligado…

A los pocos días, Ana Rosa Quintana fue llevada al juzgado por plagio y sufrió el proceso más bochornoso que pueda padecer alguien que se atreva a publicar con su nombre un libro robado  Los cuarenta mil ejemplares de su novela fueron recogidos en la medida de lo posible por la Editorial Planeta que, por fin, reaccionó ante tanta desvergüenza. En mi biblioteca tengo un ejemplar de este bodrio, pegado a la obra firmada por Vargas Llosa, como recordatorio de las inmundicias literarias que en el mundo hay.

Por fortuna, algunas veces los individuos no mueren antes de que el universo tenga tiempo de nivelar los vasos de la justicia y cada cual quede en su sitio. Hoy, Mario está en el Olimpo y Ana Rosa no existe.

Felicidades al gran escritor y nuevo Premio Nobel de Literatura. Que usted lo disfrute durante muchos años, maestro.

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