El autor frente a sí mismo

(

Se escribe en soledad, se lee en soledad y, pese a todo, el acto de la lectura permite una comunicación profunda entre dos seres humanos.

Paul Auster

)


Alguna vez, he escrito sobre cómo el autor real escribe para un lector imaginario y cómo el lector real percibe detrás del texto a un autor imaginario. Sin embargo, el proceso tiene un movimiento más: el autor, cuando escribe, realiza una acción parecida a la del lector: experimenta a un autor imaginario detrás de su propios textos, un autor que es él mismo, pero con algunos rasgos que no reconoce en su personalidad ordinaria.*

Dicho de otra manera, cada escritor, cuando escribe, se asombra de que algunos textos le salgan diferentes de cómo él mismo los habría escrito.**

Esta conducta es percibida, sobre todo, por los escritores con aguzado sentido crítico y, probablemente, en ella reside uno de los mayores alicientes que tiene el proceso de la creación literaria: el asombro y la fascinación del autor ante sus propios textos.

No me refiero a la vanidad del autor cuando su libro está en las librerías y tiene un amplio reconocimiento de la crítica o del público, sino a la actitud de quien escribe, en el momento justo de escribir o, posteriormente, mientras relee su texto de forma crítica. El narcisismo del escritor ante lo que se escribe es insuficiente para explicar la satisfacción (o, excepcionalmente, el rechazo) ante la propia obra, cuando el autor se encuentra frente a ella, en soledad.

Este autor imaginario, al que denominaré segundo autor, equivalente al que se conoce como héroe lírico en la poesía, está en constante diálogo con el autor real, produciéndose intercambios que influyen de manera determinante en la producción de la obra.***

El segundo autor es el intermediario entre el mundo consciente y el inconsciente de quien escribe: el traspaso de materiales inconscientes se realiza a través suyo y son transmutados en elementos literarios, fuertemente conectados con lo más profundo y desconocido del ser humano.**** El segundo autor es la musa. Quizás, por eso afirmaba T. S. Eliot:

[…] no hay inspiración, como acostumbramos a imaginar, sino una ruptura de las poderosas barreras habituales que tienden rápidamente a cerrarse de nuevo. Cierto obstáculo es momentáneamente removido, y el sentimiento que acompaña a ello se parece menos a un placer positivo que al instantáneo alivio de una carga intolerable.[…] [Por esto, precisamente] aquel a quien la musa visitó alguna vez es un hombre atormentado desde ese punto y hora [mientras no logre liberar su carga en la escritura].*****

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* “Al cabo de un rato se levanta, se acerca a la mesa de trabajo y abre la novela. Empieza a leer. Sorprendido, descubre que ya no le pertenece, que no es él quien la ha escrito, sino quien él fue en otro tiempo.” (Isabel Cañelles: La construcción del personaje literario).
** “¿Pero entonces no hay comunicación entre el poeta (el cuentista) y el lector?, la respuesta es obvia: la comunicación se opera desde el poema o el cuento, no por medio de ellos. Y esa comunicación no es la que intenta el prosista, de teléfono a teléfono, el poeta y el narrador urden criaturas autónomas, objetos de conducta imprevisible, y sus consecuencias ocasionales en los lectores no se diferencian esencialmente de las que tienen para el autor, primer sorprendido de su creación, lector azorado de sí mismo.» (Julio Cortázar: Del cuento breve y sus alrededores.)
*** “Por muy subjetiva que sea la obra literaria, en general no es mera y sencilla producción de sentimientos y pensamientos auténticos del autor: obedece a las leyes de la creación artística, depende en gran medida de la tradición literaria, y supone invención (fantasía) y estilización artísticas. Por eso es preferible, incluso respecto a poemas líricos, hablar de sujeto lírico o héroe lirico. Por lo demás, el propio autor “objetiviza” a veces su héroe lírico, traduce o interpreta sentimientos suprapersonales, supraindividuales (este es el caso de la Oda al mar, de Neruda).” (Bélic, Oldric y Hrabák, Josef: Introducción a la Teoría Literaria).
**** “El hombre literalmente consagra su tiempo a desplegar la alternativa estructural en que la presencia y la ausencia toman una de la otra su llamado. Es en el momento de su conjunción esencial, y por decirlo así en el punto cero del deseo, donde el objeto humano cae bajo el efecto de la captura, que, anulando su propiedad natural, lo somete desde ese momento a las condiciones del símbolo.
A decir verdad, hay tan sólo aquí una vislumbre iluminante de la entrada del individuo en un orden cuya masa lo sostiene y lo acoge bajo la forma del lenguaje, y sobreimprime en la diacronía como en la sincronía la determinación del significante a la del significado.” (Jacques Lacan: Escritos).
***** T. S. Eliot: Función de la poesía y función de la crítica.

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