Canarios en República Dominicana. Segunda parte

Vapor España, una chatarra flotante, donde 300 jóvenes canarios embarcaron con destino a la República Dominicana, en 1955.

(VER ARTÍCULO ANTERIOR: Primera parte)

Tan pronto zarpa el buque España del puerto de Santa Cruz de Tenerife, con rumbo a la República Domincana, aparecen ciertos signos desesperan­zadores que desmienten todo cuanto las autoridades españolas habían prometido a los jóvenes emigrantes.

“La comida que nos dieron eran plátanos hervidos, plátanos sancochados y había que bajar abajo a la cocina. Hacia un calor…”
(Don Aureo Francisco, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)

Sin embargo, la juventud de los emigrantes y la pobre vida a que están acostumbrados en su propia tierra impiden que tomen conciencia de lo que puede sobrevenirles en su aventura americana.

“Por qué a mí viniendo un niñito aquí, porque yo no trabajé en España. ¿Y si salí un niño? Porque usted no se dio cuenta, pero le habrán contado. Pero le habrán contado que cuando nosotros salimos la cosa no estaba fácil. Cuando yo salí de España ganábamos ochocientas pesetas, que usted no se podía poner ni una alpargatas.
La vida era con hambre. Mensual ganaba yo ochocientas pesetas en una finca. Diversiones… De 19 años de aquel entonces tenía pocas diversiones: ir al fútbol, ir a ver una película, y dormir.»
(Don Felipe Martín, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)

Los pasajeros del vapor España, en aquel mes de mayo de 1955, no tienen apariencia de navegar hacia la desgracia y el jolgorio juvenil preside las primeras jornadas de la travesía.

«Veníamos luchando, otros cantando.»
(Don Felipe Martín, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)

Don Antonio Hernández, emigrante canario, vecino de Constanza (Rep. Dominicana).

La largas horas de la travesía también son utilizadas para trabar conocimiento con los emigrantes peninsulares, pero, sobre todo, con los que provienen del resto de las Islas Canarias.

«De la Gomera venía el señor ese que te digo que después se me perdió a los meses y no pude saber más de él. Era un muchacho joven, pero muy inteligente. Y él nos decía que se iba a tirar a hoteles en el medio americano. Sabía hablar su inglés. No sabía mucho de agricultura. Salió, se quedó en Santo Domingo y nosotros nos quedamos en el maldito campo.»
(Don Aureo Francisco, emigrante, Rep. Dominicana, 2003).

El miércoles, 25 de mayo de 1955, mientras el barco España estaba en altamar, aparece en el periódico tinerfeño La Tarde el artículo siguiente.

“Veinticinco años de la ‘era de Trujillo’

El gobernante que supo abrir para su patria los senderos de la paz, de la libertad y de la prosperidad

El efusivo abrazo en que se funden los dos sátrapas, Trujillo y Franco, nos ofrece una imagen histórica de su mutuo aprecio.

El efusivo abrazo en que se funden los dos sátrapas, Trujillo y Franco, nos ofrece una imagen histórica de su mutuo aprecio.

MADRID.-(Servicio especial de Argos).- La figura del Generalísimo Trujillo es sobradamente conocida de todos los españoles. Una personalidad insigne de Hispano-América en que parecen conden- Las mejoras de las comunica- [sic] representativas de nuestra raza.

Vuelve a estar de actualidad en estos días este eximio estadista que supo conquistar el corazón de todos los españoles durante su histórico viaje a la Madre Patria, precisamente porque en él adivinaba el pueblo español aquellas cualidades más hondamente arraigadas en nuestra idiosincrasia: sinceridad, nobleza de sentimientos, amor a la libertad y lealtad a unas ideas que son indeclinables porque constituyen la esencia de la llamada civilización occidental de cuyos valores la Hispanidad constituye la más pura reserva, conforme intuyó Keyserling.

Es estos días se cumple el XXV aniversario de la “Era de Trujillo”. Quizás a algunos lectores poco enterados de la transformación política y económica realizada en su país por este insigne estadista dicha denominación le parecerá hiperbólica.

Más [sic] para justipreciar la obra realizada por Trujillo será preciso conocer la situación de su país cuando advino al Poder, y establecer una comparación con la actual en que la República Dominicana ha alcanzado un grado de progreso económico social y estabilidad política que ciertamente sin la égida de Trujillo hubiera sido imposible.

No es, por tanto, desorbitado hablar de “Era Trujillo”. Los dominicanos bien lo saben. Más que una etapa de Gobierno o una época de Poder transitoria, Trujillo inauguró una verdadera era política para su Patria a la que trazó un derrotero de progreso, supo imponer la paz sobre la tempestad de las pasiones políticas e instaurar un orden sobre el torbellino caótico que la mantenían en un estado de inquietud y de zozobra casi permanentes.

Imposible es condensar con detalle dentro de los límites de un artículo periodístico la ingente obra política realizada por el Generalísimo Trujillo.

Su autoridad y su prestigio como gran patriota se orienta, en primer término al aquietamiento de las aguas encrespadas por las pasiones políticas y, cuando ha logrado este primer objetivo “sine qua non” para toda obra de reconstrucción y de progreso, emprende una profunda transformación agraria y sanitaria que ha hecho de su país uno de los más progresivos en estos aspectos.

El encuentro de Trujillo con Franco se produce en Madrid, poco antes de la visita del dominicano al Papa Pío XII, el cual bendeciría y justificaría ante el mundo al hombre que asesinó a casi veinte mil haitiano en un solo día.

Como todo caudillo que aspire a perdurar, el Generalísimo Trujillo se dá cuenta de que vivimos bajo el imperativo de lo social. Y así realiza una labor resuelta a favor de los obreros. Es una política no demagógica, sino de signo cristiano. Prefiere que el obrero lleve una vida más digna abriéndole el acceso a la propiedad de la tierra y de la vivienda. La obra benéfico-asistencial de Trujillo puede servir de modelo: hospitales, dispensarios, asilos, reformatorios, etc.

Al lado de la política social debe destacarse también, como un paradigma de todo buen gobernante, su preocupación por la Enseñanza y la Cultura, mediante una protección decidida por medio de becas a los estudiantes, ayuda a la Universidad y a todo lo que represente un estímulo para las nobles y elevadas actividades del espíritu.

Pero al mismo tiempo no descuida los problemas de orden material. El Ejército de la Republica Dominicana es uno de los más eficientes y disciplinados entre los países hispano-americanos y no en vano tiene como Jefe supremo a un glorioso militar que conoce a fondo todos los problemas de organización castrense.

Las mejoras de las comunicaciones, el crédito agrícola, la urbanización y el embellecimiento de las ciudades son también florones esplendentes de la magnífica obra de este gran estadista.

Los españoles no pueden olvidar su más acendrada virtud: el hondo, el entrañable, el sincerísimo españolismo de Trujillo. De ello ha dado pruebas en muchas ocasiones. Si es cierto que a los amigos se les conoce en los trances amargos no cabe duda que el Generalísimo es uno de los más leales y sinceros amigos de España.
La compenetración entre la Madre Patria y la República Dominicana –a la que bien podemos considerar como una de sus hijas predilectas– ha sido perfecta durante estos últimos años.
A ello han contribuido mucho las inspiraciones del generalísimo Trujillo certeramente cristalizadas en una cordial y fecunda labor diplomática realizada por su representación en España.
Actualmente preside la misión diplomática dominicana en nuestro país el Embajador don Rafael F. Bonell, rector de la Universidad de Santo Domingo, uno de los prestigiosos intelectuales más justamente consolidados en Hispano-América y que ha colaborado activamente –ha sido Ministro en varias ocasiones– en la extraordinaria obra política del Generalísimo Trujillo.
Próximamente se celebrará en Santo Domingo un magno certamen internacional que tiene un bello y expresivo lema: “Feria de la paz y confraternidad del mundo libre”.
A esta Feria tan bellamente titulada ha de concurrir España, que cuenta con terrenos cedidos expresamente en propiedad por la República Dominicana.
Tal es a grandes rasgos, el significado de esta conmemoración que tan jubilosamente celebra esta hija predilecta de la gran familia de la Hispanidad. Veinticinco años de la “Era de Trujillo”, un gobernante que supo abrir para su Patria el sendero de la paz, de la libertad y de la prosperidad, el Generalísimo Trujillo.
Valentín Bleya”

Todo parecía ir viento en popa. Nadie parecía barruntar desgracia alguna. No obstante, ese regocijo va a durar poco tiempo más. Sin previo aviso, una de las herrumbrosas calderas de vapor se rompe. La situación adquiere tintes de dramatismo. Sus protagonistas lo cuentan así:

«Explotaron las calderas. El barco se fue a un lado. Nos mandaba la tripulación a todo el mundo para el otro.»
(Don Antonio Acosta Hernández, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)

«El barco España se dañó, ¿sabe? Y estaba… nos tiraban para esta borda y después nos decían ¡para la otra! El barco… Los tiburones abajo, locos por comernos. Eso es una historia… ¡Si se hubiera escrito la historia de nosotros!»
(Don Felipe Martín, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)

Ahí murieron dos marinos, que sepamos nosotros, porque tuvieron que caerle a tiros a las calderas. Las calderas iban a explotar con todos.
Cuando van a reventar las otras calderas, el capitán ordena disparar contra ellas para liberarlas de la presión del vapor y evitar un naufragio seguro.
(Don Felipe Martín, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)

«Entonces se dañó la comida porque explotaron unas caldera, se dañó la comida, se dañó el agua. El agua era salada, usted veía a la gente deshidratada, caminando y de buenas a primeras, bum, y se desplomaba la gente en el suelo.»
(Don Antonio Acosta Hernández, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)

«El barco se llenó todo por dentro de agua, ahí no se sabía si era inodoro o era agua del mar o qué. Ya no había agua dulce. Estuvimos como tres días sin agua. Se acabó todo.»
(Don Felipe Martín, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)

«Ese barco tuvo un accidente. Por poco se hunde el barco porque ni la Lloyd de Londres quiso asegurarlo. Fue un barco que compró Trujillo. No compró lo mejor. Por eso ocurrió ese accidente y fue a parar a una de las islas del Caribe. Conozco eso porque, ante la reclamación del Gobierno Español, Trujillo usó como chivo expiatorio al capitán del barco y al jefe de máquinas.»
(Don Abelardo Vicioso González, ex fiscal militar)

Después de perder toda la comida y el agua, los pasajeros dependen únicamente de sus propios recursos.

«Habíamos algunos que estábamos mejores, porque tú sabes que siempre las mamás de nosotros, mayormente las españolas, cuando uno le llenan las maletas de comidas, de quesos y bebidas. Y entonces eso nos favoreció. Y cuando escaseó todo eso, nosotros teníamos comida
[…] Uno le daba al otro, de lo que no tenía, bueno y ahí nos mantuvimos.
[…] Venía el mismo Bernabé, uno que lo llaman Bernabé que es de Tijarafe. Otro que lo llaman Feliciano que creo que no haya muerto porque ese se fue pronto de aquí y luego de España se fue a Venezuela. Y cuando yo fui a España, hacía pocos días que había salido para Venezuela otra vez. No lo pude ver. Estaban Bernabé, Feliciano, otro que le dicen Abel que vive todavía en Los Llanos de Aridane. Ese es más chiquito, ese tenía como 17 años. Es el más joven que venía. Y yo. Veníamos nosotros cuatro y dos de Tenerife. Me recuerdo uno que era boxeador, bajitico y un hermano que tenía también. Éramos seis que veníamos en el camarote. Un camarote de esos de tres y tres en cada lado.
Y bueno, y ahí las pasamos, porque imagínese.»
(Don Antonio Acosta Hernández, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)

Vídeo con la Historia de la emigración canaria a la Repoública Domicana (producido por Amazonas Films, emitido por Televisión Canaria y dirigido por Manuel Mora Morales). PRONTO ESTARÁ DISPONIBLE LA VISUALIZACIÓN ON LINE DEL DOCUMENTAL COMPLETO.

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