
El problema está en el huevo, es decir, en el cero, porque no sabemos cuál es la sorpresa que guarda en su interior.
Si repasamos las felicitaciones para 2021, vemos que todos confiábamos ciegamente en que superaría en bondades al 2020.
Y nos equivocamos.
Sin embargo, este año somos más cautos. Sabemos que las cosas no mejoran por el simple hecho de desear que mejoren. Eso está bien para escribir libros de autoayuda y relatos con filosofía kantiana como “Juan Salvador Gaviota”. La realidad es otra.
Sin embargo, es legítimo albergar esperanzas de mejoría. Incluso, cuando no se ve la luz al final del túnel.
Pedro, un vecino de mi abuela –vivían pared con pared–, cuando el mundo atravesaba una mala racha, escribió un libro de poesía, basado en esta copla popular:
A la mar fui por naranjas,
cosa que la mar no tiene.
Metí la mano en el agua,
la esperanza me mantiene.
Un día, después de sufrir mucho, las naranjas llegaron a sus manos. La gran tragedia que azotaba a su país y a él mismo terminó por desaparecer.
Yo también espero que dentro del huevo de 2022 haya muchas naranjas que colmen nuestras esperanzas.
¡Abrazos y naranjas para todos!
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