Nuestra actual percepción de la realidad social no se diferencia únicamente por el cambio de paradigma en el pensamiento político de nuestros días sino, en origen, por la cantidad de actores sociales que ofrecen su interpretación personal (pretendidamente o no) de las acciones políticas. La interpretación de la interpretaciones de los ciudadanos está en el origen de la enorme manipulación política actual.
Trataré de exponer con claridad este aparente galimatías.
EL ANÁLISIS AL SERVICIO DE LA MANIPULACIÓN
Las exigencias de obtener la mayor cantidad de votos posibles para alcanzar el poder en las democracias capitalistas (otros las llama occidentales, aunque estén en Asia) impulsó en los partidos la necesidad de conocer las necesidades y las ideologías de los ciudadanos y, de forma paralela, la utilización de los medios de comunicación para afianzar o modificar la intención de voto en cada elector.
Los analistas políticos fueron floreciendo y haciéndose un sitio, primero en la prensa y luego en la radio y en la televisión. Casi todos estaban, y están, al servicio de partidos concretos, bien sea por afinidad ideológica o por interés pecuniario. En términos generales, durante muchos años los partidos influyeron más en las opiniones de los analistas que las opiniones publicadas en el rumbo de los partidos.
Paulatinamente, la realización de sondeos y estadísticas, a la hora de preparar los programas electorales, fue aumentando tanto como la utilización de los analistas políticos. Parecía que se había alcanzado el techo moralmente aceptable para la manipulación del electorado. Sin embargo, llegó Internet.
INTERNET
Y, con la irrupción de Internet, la cantidad de los agentes que participan en los análisis políticos se ha multiplicado de manera exponencial. Millones de personas se han lanzado a la Red a dar su opinión, a influir y a dejarse influir tanto en cuestiones ideológicas como en reivindicaciones de todo tipo, causando la alarma en los grandes partidos que, lógicamente, no pudieron meter en nómina a tantos “analistas”.

Los dueños del poder no podían dejar escapar sus sueños por las cada vez más dilatadas tuberías de la libre opinión de los ciudadanos. Se barajó seriamente la opción de imponer númerus clausus para controlar el acceso a la Red de igual manera que lo han impuesto en los clubs privado y en las universidades. No obstante, eso reduciría de manera substancial los ingresos económicos de los dueños tácitos de esos partidos: las grandes corporaciones que comenzaban a nutrirse de las cuotas, de las suscripciones y de las compras on line de la hasta entonces anónima masa de analistas, lo cual creaba una paradoja difícil de resolver: los dueños del poder y del capital se sentían incómodos con los usuarios virtuales y sin ellos.
BIG DATA PARA UN SUEÑO… DE PODER
Entonces llegó Big Data. Y junto a ella, el californiano Robert Mercer con su empresa Cambridge Analytica, la cual utilizó Facebook y cruzó los datos de millones de votantes. Esos datos fueron interpretados por sofisticados programas informáticos que cocinaron recetas infalibles para reconducir el pensamiento y el voto de los electores. Se llevó a cabo de forma ilegal pero, cuando se hizo pública la noticia, ya el referéndum británico era irreversible.
En los Estados Unidos, un tal Steve Bannon se dejó conducir por su amigo Robert Mercer hasta la campaña electoral de los republicanos, cuando todas las estadísticas les aseguraban la debacle. Bannon y Mercer, arropados por el inmenso poder de la Big Data, se volcaron con un candidato esperpéntico y ultraderechista que se había quedado sin posibilidades reales de victoria: Donald Trump. Lograron revertir los resultados: con la ayuda de Facebook y de Cambrige Anaytica convirtieron en presidente a un personaje ridículo e impresentable.
Después, de la mano de Bannon, vinieron las victorias ultraderechistas en Brasil, Italia y la efervescencia fascistas en otros países donde la ultraderecha también puede llegar al poder, utilizando los mismos métodos. ¿Quién podía prever hace poco más de un año que un partido neofascista como Vox crecería hasta convertirse en la tercera fuerza política española? Lo previó Steve Bannon, que les ofreció su ayuda. Y acertó en sus previsiones.
OBSERVAR LA REALIDAD MODIFICA LA REALIDAD
La Big Data es el granero donde se almacenan las observaciones de la realidad virtual que es, en gran parte, más real que la registrada en las calles, plazas y otros lugares públicos de las ciudades. Y el resultado de esa interpretación de lo real no dista mucho de lo que ha descubierto la física cuántica a escala subatómica: la observación de la realidad modifica la propia realidad.
Los que sueñan con el poder absoluto, como es el caso de los líderes de la ultraderecha, han encontrado un magnífico instrumento para dominar las masas interpretando sus anhelos, frustraciones y fobias para utilizarlas en su beneficio personal.
Si usted realiza una búsqueda en las redes sociales como Instagram, encontrará miles de posts con vídeos, fotos, gráficos y textos colocados por la ultraderecha sin que los partidos demócratas tengan apenas presencia en el mayor escaparate ideológico del planeta. Como sucedió con la propaganda nazi en Europa durante la década de 1930, en la actualidad se subestima el poder que está alcanzando la ultraderecha a través de las aplicación fraudulenta de la Big Data sobre los usuarios de las redes sociales.
DEL BIG DATA AL MAMPORRAZO
En España, durante el proceso parlamentario de elección de presidente en el pasado fin de semana (4-6 de enero de 2020), hemos contemplado en vivo y en directo lo que sucede cuando la ultraderecha está al borde de alcanzar el poder y comienza a utilizar algo más que la Big Data.
El insulto a diestro y siniestro, llegó acompañado del acoso y de las amenazas de agresión física a Tomás Guitarte, diputado de Teruel Existe –que ha tenido que llevar escolta policial para garantizar su integridad– y de las declaraciones de un eurodiputado de Vox alentando a un golpe militar. Éstos son únicamente unos pocos ejemplos que nos proporcionan una muestra de lo que se nos viene encima si permitimos el desarrollo del germen auoritario que ha comenzado a germinar de nuevo en Europa.
Para conjurar esa tormenta, ¿no deberíamos hacer algo más que rezar y confiar en que la tempestad se disuelva sola igual que una tenue nubecilla en el horizonte?
El tirano, cuadro de José Clemente Orozco, 1947. (Foto del autor en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México)
VER TAMBIÉN
Enriquece este artículo con un comentario.