Cuando telefoneó, todavía la flor seguía allí

Hace un tiempo, comentaba con una amiga las coincidencias entre el poeta británico Coleridge y el novelista hondureño Monterroso.
Concretamente, hablábamos sobre este pequeño poema que Coleridge apuntó en su cuaderno de notas:
“Si un hombre atravesara
el Paraíso en un sueño,
y le dieran una flor
como prueba de que había estado allí,
y si al despertar encontrara
esa flor en su mano…
¿entonces, qué?”
Y lo comparábamos con el siguiente relato de Monterroso:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”
Considerábamos que ambos literatos coincidieron en dejar abierta una puerta que permitía trasvasar elementos entre el sueño y la realidad. Y así seguimos durante mucho rato con nuestras disquisiciones con tanto empeño y provecho como los de aquellos que discutían sobre el número de plumas que tienen las alas de los ángeles.

Pasó el tiempo.

PERO HOY SONÓ EL TELÉFONO

Ya me había olvidado de nuestra insustancial conversación, cuando esta mañana mi amiga telefoneó y me dijo:
–Acabo de entender de manera cabal lo que hablamos aquella vez sobre los sueños. Anoche soñé que yo era pobre y que me debía levantar temprano para ir a trabajar.
–No veo la relación –le contesté.
–Pues es evidente: me estoy despertando y mi sueño todavía continúa aquí: yo soy pobre, aún no ha amanecido y tengo que ir al trabajo porque hoy es martes…

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