Las siete vidas de Juan Valido

Juan Valido tiene el mismo nombre que su padre y que su abuelo. Como ellos, nació en Las Palmas de Gran Canaria; sin embargo, desde niño se vio abocado a la emigración junto a progenitores y hermanos.

Como si hubiese vivido siete vidas, residió en Madrid, Barcelona, Buenos Aires, Nueva York, Chicago, Florida,Tennessee, Santo Domingo,… Su existencia ha sido un viaje continuo, no solamente a través de territorios lejanos, sino por profesiones, emprendimientos, anhelos y añoranzas.

Juan es uno de los emigrantes canarios que llegó a la República Dominicana, formando parte de una colonia de hombres y mujeres que se asentaron en esta parte de la isla caribeña.

La colonia de emigrantes canarios que existe a principios del tercer milenio en la República Dominicana no es muy numerosa, pero tampoco tan escasa como podría pensarse. Al grupo de emigrantes llegados en 1955 hay que sumar otros casos que por diversas razones se han establecido en poblaciones cercanas a Santiago de los Caballeros y en el mismo Santo Domingo. Un ejemplo de esta emigración individual es la de un grancanario que tiene en la capital del país una pescadería que se llama El Guanche.

Juan Valido me dice:

«Yo nací en el 1952, en Las Palmas de Gran Canaria, en el barrio de Santa Catalina. Mi papá nació allí mismo y mi abuelo también. Todos han vivido en Las Palmas, excepto mi papá que fue el que emigró. Y nos fuimos con él.

[…] Salí de España cuando España era una, grande y libre. Y ahora son muchas, grandes y libres también, pero son muchas. Entonces, a veces, todavía no entiendo qué es lo que hay allá, cuál es la separación de las cosas… a quién yo me acerco… Todavía no lo capto bien. No tengo esa situación política… geopolítica, vamos a decir. Todavía está Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, bueno, como era antes, ¿no? Lola Flores, el Cordobés…

[…] Me fui en un barco desde Barcelona a la Argentina. Haciendo las escalas correspondientes, claro. Allí me pasé como un año. Después me fui a los Estados Unidos. Estuve deambulando por diferentes ciudades. Viví catorce años allá. Entonces vine a la República Dominicana. Me casé allá con una muchacha dominicana que fue la que traje para aquí.

[…] Yo vine de visita [a Santo Domingo], en principio, en 1976, pero hasta que pude organizar las cosas, vine a vivir en el 83. Desde que llegué aquí traté de dedicarme a lo que había hecho hasta el momento. Me había dedicado a la electrónica en Estado Unidos, pero no era lo que andaba buscando. Y me dediqué a la pesca, me puse a vivir de la pesca

En la actualidad, la República Dominicana cuenta con gobiernos democráticos y la sociedad parece más estabilizada que hace unas décadas. Los recursos económicos comienzan a depender menos de los sectores agrícolas y ganaderos, mientras se incrementa el sector turístico.

Sin embargo, esta modernización de la economía dominicana ha traído una mayor actividad mercantil y para los emigrantes ya no es tan fácil competir comercialmente como hace tres o cuatro décadas. Me dice Juan que desde principios del siglo XXI ha comenzado a fabricar embutidos marinos:

«[…] Hay un nuevo alimento que le dicen surime, que es una extracción de proteínas de origen natural que después de quitarle los sabores, se aglutina y se hace lo que uno quiere. En este caso, nosotros no. Nosotros utilizamos el pescado en su forma natural y utilizamos las sazones que se le dan de los embutidos. Y hemos tenido mucho éxito. Incluso hay gente que por motivos de salud y muchas veces por el mismo sabor le gusta más que el original. Hemos hecho chorizos, hemos hecho longanizas, butifarras. Bueno la mojama ya la conoces, ¿no? Bueno, las otras variedades de pescado seco, salado, curado; pero todavía estamos en un proceso de empezar, de crecimiento y estamos teniendo una buena acogida. Espero que ese sea el futuro.

La economía de los emigrantes canarios de primera generación que todavía residen allí es bastante precaria, excepto en algún caso excepcional. Cuando me llego a Constanza, hablo con el canario Felipe Martín:

«Usted ve lo que hay. No estamos ricos. Porque este pobre mismo hombre qué. Tenía una propiedad y ha tenido que vender la mayor parte, porque aquí usted oye una cosa y las cosas hoy se vende y mañana no se vende. Es una estabilidad muy variable. Yo tenía una tierrita por ahí y tuve que vender la mayor parte.

Para hablar claro, porque si quieren mandarme pa España que me manden. Peor es para ellos. Pero yo creo que apoyo no tuvimos ninguno. Apoyo tuvimos poco, porque todavía tenemos tanto apoyo que solicito una pequeña ayuda que darnos pa’ la medicina y un seguro. Y ni me han dado el seguro ni la pequeña cuota que tienen que darle a uno.»

A algunos, después de años de trabajar sin descanso, las cosas les han ido un poco mejor. Me dice Aureo Francisco:

«Sigo con lo mismo que empecé en Baoba. Yo en Baoba tenía agricultura, tenía ganado y tenía un negocito de un gallego que se fue pa España. Se sacó la lotería allá por en cincuenta y nueve y me dejó el negocio fiado.

Tenemos los hijos bien educados, bien preparados. Los he puesto a trabajar para ellos.«

El regreso a las Islas Canarias, a veces deseado, es difícil para el emigrante. Juan Valido me lo confirma:

«Hay algunos compatriotas de uno que han venido a América y no han regresado nunca porque no les ha ido bien. Les da vergüenza regresar. Creen haber fracasado y le tienen temor a enfrentar lo que dejaron atrás.»

Los viajes son tan inciertos como la vida y los emigrantes perciben que en sus existencias reina la incertidumbre, que faltan ventanas y faros y estrellas. Ellos saben más que nadie cuánto necesitan de la ilusión para seguir adelante.

Según Juan Valido, «También están las etapas del hombre. Tú tienes una etapa de euforia, como cuando el muchacho sale de su casa que apenas se acuerda de la familia. Está a la aventura y a las otras cosas, pero ya va llegando cierto momento en tu vida donde añoras el haber estado con tu gente, piensas en cómo hubiera tu vida, si te hubieras quedado atrás. Eso yo creo que es normal. Tanto en el hombre… pero mucho más en nosotros. Tanto es así que tú vas y ves el español de allá, de aquí de los países y tú ves una gran diferencia. Y la gran diferencia es que nos hemos quedado atrás en el tiempo. Es españolismo nuestro, a veces, no se asemeja a la Europa de hoy en día. Es más el español de antes. Nos hemos quedado atrás en eso. Pero extrañamos muchísimo siempre. Extrañamos la tierra natal y, como te digo, la idea es ¿Qué hubiera sido de nosotros si nos hubiéramos podido quedar allá?«

Los viajes son tan inciertos como la vida y los emigrantes perciben que en sus existencias reina la incertidumbre, que faltan ventanas y faros y estrellas. Ellos saben más que nadie cuánto necesitan de la ilusión para seguir adelante.

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