Yo no sospechaba que Facebook fuera hasta tal punto una auténtica maquinaria especializada en la formación de parejas. Sin embargo, hoy me he convencido de que el buen rollo, la empatía y los sentimientos auténticos son los principales ingredientes de las redes sociales.
Para muestra, este pantallazo que me sorprendió y sentí cómo el orgullo ajeno –que supongo debe ser lo contrario de la vergüenza ajena– me inundaba por completo.
Es cierto que no frecuento demasiado Facebook, pero creía haber visto lo suficiente para no asombrarme con facilidad. No obstante, esta exhibición de sentimientos prístinos, peticiones sensatas, consejos amigables y comentarios empáticos no la sospechaba.
Lo que más me sorprende es la sensación de naturalidad con que todo este cúmulo de bondades se hace público, como si se tratara de una conversación habitual mientras se bebe un café en la barra de un bar. Pero, tal vez, debería preocuparme por mí y preguntarme dónde he estado durante todos estos años sin enterarme de la maravillosa dirección que han tomado las redes sociales.
Por suerte, no dediqué mi vida a la psicología clínica ni al sacerdocio porque, a estas alturas, es probable que me estuviera quedando sin clientes o sin fieles. ¿Quién necesita un diván o un confesonario si tiene Facebook en su teléfono móvil y la felicidad permanente le acompaña mientras le dure la batería?
Créanme que hoy sí he hecho un verdadero esfuerzo para ver la botella medio llena y casi, casi, estoy a punto de creerme todo lo que he escrito en este post. Sólo me resta agradecerles su presencia y, como terminan diciendo los conferenciantes compasivos, les doy las gracias por su paciencia.

Hoy me has sorprendido Manuel. Totalmente.
~…fb es … el recreo de cualquier escuela.~
En las redes sociales la gente expone su vida sin tapujos. Es sorprendente. Yo no soy capaz de llegar a ese nivel. Un saludo.