Hay esperanza para el futuro de la mujer, aunque todavía deban pasar cien años para lograr una igualdad completa con el hombre. Estas imágenes, que hace pocas décadas eran inimaginables, ahora nos resultan normales.
Tan normal como celebrar el Campeonato Mundial de Baloncesto Femenino que en estos días tiene a Tenerife como sede.
Ya es habitual que la mujer participe en deportes de todo tipo, desde el voleibol hasta el fútbol, pasando por la natación y tantos otros; pero, según los expertos, el baloncesto es el deporte que proporciona mayor inclusión porque permite una participación homogénea de niños y niñas, así como la de personas que deben utilizar sillas de rueda.
Es cierto que el baloncesto, como tantas otras actividades físicas o intelectuales, contiene un componen fascista. Y si se dejan crecer esas actividades, en lugar actuar como una escuela de vida, se convierten en un criadero de matones. Por esta razón, la elección de los entrenadores –sobre todo para niños y adolescentes– es fundamental para su buen desarrollo.
Sobre la estética del baloncesto no hace falta argumentar mucho para convencernos de su brillantez; basta con asistir a un partido, contemplar una buena transmisión televisada o, simplemente, mirar algunas fotografías.
El baloncesto es altamente competitivo. No creo que la competitividad sea mala o sea buena, de igual manera que no es mala ni buena la utilización de la ironía oral o escrita: todo va a depender de cómo se emplee y con qué fines.
Espero que este Campeonato del Mundo –que sólo ha sido referenciado de refilón por los principales medios de comunicación– sirva para dar un paso más en pos de la integración de las mujeres en todas las actividades.
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