Presentación en Barcelona del poemario «Aldabas», de Antonio Abdo

ANTONIO ABDO
Un momento de la presentación.

 «Aldabas», quizás el poemario más íntimo de Antonio Abdo (publicado por Editorial Malvasía), fue presentado en el Ateneo de Barcelona. Tuvo dos presentadores de lujo: Eladi Creuhel y Xavier Muñoz Puiggros.

Reproduzco el texto ambas presentaciones gracias a la amabilidad de sus autores y al interés de su contenido.

PRESENTACIÓN DE ALDABAS POR ELADI CREUHEL

Voy a hablarles de una isla o, mejor, de una isla en una isla.

Hay quien dice que la isla es pequeña, tan pequeña que un pintor la podría pintar toda entera en un solo óleo, o que un fotógrafo la podría reproducir totalmente en una sola fotografía, y que incluso uno de esos notarios a sueldo de alguna entidad bancaria la podría meter perfectamente en una sola escritura de hipoteca.

Pero esto no es verdad: esa isla ya está muy pintada y fotografiada por muchos artistas, casi podríamos decir que está sobrepintada y sobrefotografiada, y también podríamos decir que a la isla, como a la mayoría de sus hermanas, le sobran las hipotecas.

Les voy a decir la verdad: la isla era, en efecto, muy pequeña (un dulce en el Atlántico la llamó un buen amigo de Antonio Abdo en un libro que seguramente no está en la biblioteca del Ateneu); la isla era muy pequeña, pero se fue haciendo grande a base de pinturas, fotografías, músicas y palabras. Esto no es exactamente una novedad: todos nos engrandecemos cuando podemos recrearnos en un cuadro que nos gusta, o cuando leemos un libro que nos atrapa, o si nos cantan una canción que ya nunca olvidaremos.

Lo mismo pasa en las islas como esta de la que les estoy hablando: se engrandecen cuando alguien acierta a captar la soledad de mar entre cancajos, la música del viento entre los pinos, o la estela que en aire acostumbran a dejarnos las palabras necesarias.

Las palabras necesarias…Son pocas, para un isleño son pocas, y casi todas empiezan por la letra c: cielo, caldera, cruz, color, ciudad, casa, costa, carro, carnaval, comedia, circo de marte, caña, canto, canarias…Aunque también hay algunas que empiezan por la m: mar, marejada, mareo, madre, mago, melancolía. Y unas pocas empiezan por a: abuelo, Antonio, aldaba.

Ahora estoy hablando del abuelo libanés de Antonio Abdo, a quien hace poco más de un lustro dedicó un precioso libro de poemas que tenía justamente este título: Mi abuelo de Akkar.

De cómo mi abuelo sanaba a su esposa leyéndole algunos capítulos del evangelio.

Era un acto de amor por la palabra
hacia Kathryn, la esposa enferma.
Sobre su cabeza, posada dulcemente,
tus manos con el abierto evangelio,
leías los capítulos del apóstol
con la armonía de la lengua árabe.
Para mí era sólo música sagrada
que arrullaba mi presueño infantil
y acariciaba mis párpados cerrados.
El silencio de la abuela recogía
las voces del amado y, lentamente,
sus ojos se cerraban con los míos.
En aquella penumbra me dormía
con la fe de besar, a la mañana,
la salud recobrada de mi abuela.

Antonio es otra de las palabras necesarias en la isla, no solamente porque hay un pueblo que lleva el nombre de San Antonio, o porque es el nombre que le impusieron a otro santo, San Antonio Machado, tantas veces invocado por los poetas isleños, sino porque es el nombre de nuestro amigo Antonio, cuyo último libro, Aldabas, ahora presentamos.

Todos sabemos que una aldaba, en su sentido más usual, sería la pieza de hierro o bronce que se coloca en las puertas para llamar golpeando con ella. Un aldabonazo sería el golpe dado con la aldaba o aldabón. Antes del timbre hubo la aldaba, el aldabonazo. En la isla de que hablo aún hoy abundan las aldabas, aunque ya no tanto los aldabonazos.

Antonio, en este libro compuesto por veinte aldabas –también podría titularse, a la manera de Neruda, “Veinte aldabas de amor y ni una canción desesperada”-, describe con verso conmovido un estado de inquietud anímica, de zozobra, en el que resuenan unos aldabonazos incontrolados, de esos que ensordecen los sentidos, unos aldabonazos que dejaron huella duradera tanto en él como en su esposa Pilar, que también hoy, tan gozosamente, nos acompaña.

Algunas de estas aldabas de Antonio nos remiten al soneto de Gerardo Diego titulado Insomnio.

Tu y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo.
Y tu, inocente, duermes bajo el cielo.
Tu por tu sueño y por el mar las naves.

(…)

Qué pavorosa esclavitud de isleño.
Yo insomne, loco, en los acantilados.
Las naves por el mar, tu por tu sueño.

Intuyo que Antonio escribió estos versos para conjurar todos aquellos aldabonazos que resonaron en su alma en una época en que las puertas que daban a Pilar no se le abrían, se le aquellaban; por eso sus versos, más que sonar, resuenan, nos llegan como llamadas solitarias de auxilio lanzadas al espacio. No obstante los poemas, si lo pensamos bien, y aún cuando los escondamos entre rimas y ritmos, qué son sino llamadas de auxilio?

Aldaba 20

No dejaré de hablar ante esta aldaba;
palabreo sin fin, que me conduce
a tenerte a mi lado en mi deseo.
El silencio te aleja, a la distancia
real entre tu alcoba y mi persona.
Hablando, te tengo aquí, a mi lado,
pues te imagino atenta a mi discurso.
Y si un día el silencio se adueñara
totalmente de mi ámbito cercano
viviría la triste circunstancia
de alejarme de ti, quizá por siempre.

Quiero detenerme un momento en estos dos versos finales. El penúltimo –viviría la triste circunstancia- en el original está en cursiva, lo que puede significar que pertenece a otro poema, del propio poeta o prestado, o que se trata de una cita de una frase pronunciada por un ser querido. Ya nos lo dirá Antonio, a menos que se trate de un secreto.

El último verso –de alejarme de ti, quizá por siempre- nos sitúa en un plano metafísico: el poeta entiende que si, después de tanto aldabonazo, reinara el silencio, el solo silencio, se vería en la necesidad (viviría la triste circunstancia) de alejarse de la persona amada, a la que ha interpelado en cada aldaba, sin que ella le responda. De alejarme de ti –empieza diciendo el verso, pero inmediatamente el poeta añade, como si le asaltara la duda sobre el carácter, temporal o perpetuo, de dicho alejamiento: quizá por siempre.

Con este quizá del verso final de la aldaba veinte, Antonio parece indicarnos que, ante la tesitura de un silencio que en algún momento ha estado a punto de envolverle, él no quiere renunciar totalmente a la palabra, quiere reservarse la posibilidad de volver a hablar, a aldabonar, aunque vuelva a ser en vano. Nunca se sabe.

He empezado diciendo que hablaría de una isla en una isla, de una isla dentro de otra. No hace falta aclarar, creo, que la isla es la de La Palma y la islita interior se llama Antonio y se llama Pilar; ambos pertenecen a una de las generaciones poéticas y teatrales más frondosas de toda la historia isleña: gracias a ellos ha habido y sigue habiendo teatro en Santa Cruz de La Palma desde el año 1981; ellos junto con unos pocos amigos más, y pese a determinados obstáculos que ahora conviene olvidar, han hecho posible el milagro de un florecimiento cultural en una isla que, créanme, es un dulce en el Atlántico.

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PRESENTACIÓN DE ALDABAS POR XAVIER MUÑOZ PUIGGROS

 Cuando mi amigo Eladi Crehuet me pidió que dijera unas palabras de bienvenida a Antonio Abdo confieso que no había leído nada sobre la obra de este poeta canario. Después de la lectura del libro poético, que hoy presentamos, la sorpresa ha sido enormemente agradable a la vista de la magnífica poesía de este autor“palmero”.

Eladi pensó en mí para conformar esta mesa dada mi condición de miembro de la Junta del Ateneo Barcelonés, pues es este el único honor que tengo para estar aquí. Partiendo de esta posición empiezo por agradecer la posibilidad de poder presentar un libro de poesía en esta Institución, por donde han pasado los grandes poetas catalanes del siglo XX y otros menos conocidos, aun, del Siglo XXI. Ciertamente, presentar un libro de poesía es –en sí- una noticia. Somos conscientes de que la poesía –en la actualidad- no forma parte de los “bestsellers”. Mi amigo el poeta Josep Maria Fulquet me dice al oído, en voz muy baja, que afortunadamente la poesía queda en manos de una minoría selecta.

La poesía no tiene la difusión que tuvo antes de la guerra civil de 1936. Yo recuerdo que a finales de los sesenta y principios de los setenta –casi adolescente- paseándome por el mercado dominical de libros de segunda mano, en los pórticos del Mercat de Sant Antoni de Barcelona, encontraba gran variedad de libros poéticos,todos ellos escritos en catalán y publicados antes del fatídico 1936. Yo aún no sabía que todos aquellos poetas habían hecho vida y escritura en este Ateneo Barcelonés. Poetas como Joan Maragall (que presidió la Institución) Josep Carner, Josep María de Sagarra, Eugeni d’Ors, Carles Riba, J.V. Foix, Savador Espriu y muchos más pasaron muchas horas en este magnífico edificio del siglo XVIII. Maragall es responsable de la cualidad de la poesía catalana. Fomentó la traducción de importantes obras escritas en otras lenguas. Consideraba que la traducción tendría un papel relevante en el proceso de modernización de la cultura catalana. Otros le siguieron, como Carles Riba. Gracias a esto la poesía catalana del siglo XX ha tenido una singular relevancia.

EL AUTOR

Antonio ABDO nació en Tenerife en 1937, de padre libanés y madre canaria. Ha sido, juntamente con su pareja (personal y profesional) Pilar Rey, un importante promotor y dinamizador de la cultura en la isla de la Palma. La trayectoria profesional de Antonio Abdo se ha desarrollado en el mundo del teatro y de la interpretación oral (obtuvo en diversas ocasiones Premios Nacionales de Interpretación). En el año 1981 creó con el Ayuntamiento de Santa Cruz de Palma y juntamente con Pilar Rey “La escuela Municipal de Teatro”, de la que fueron sus co-directores hasta su jubilación en marzo de 2009. Entre otras muchas cosas, Abdo ha sido profesor de interpretación, ortofonía y verso clásico y ha formado parte de diversos jurados literarios. También ha escrito teatro y diferentes poemarios [“El silencio se estremece” (1976); “”Con el sol en las raíces” (1977); “Piel de Gato” (1985); «Playas» (2007); «Mi abuelo de Akkar» (2010); y Puzzle (2011)].

ALDABAS

Nuestra introducción al libro poético de Antonio Abdo la hacemos como una mera aproximación. Quien de verdad lo presentará será su autor, que nos leerá parte de su obra. La poesía no necesita muchos prólogos. El autor con su brillante dicción en la recitación poética nos lo explicará.

Aldabas es el título del libro. El significado de esta palabra era para mí completamente desconocido. He tenido que consultar el diccionario para conocer su significado. Aldaba significa picapuerta, para llamar, para pedir que alguien nos abra la puerta. Tuve una cierta curiosidad y busqué en el diccionario etimológico de Joan Corominas. El filólogo nos recuerda que aldaba viene del árabe daba –que significa barra de hierro para cerrar una puerta (o balda, en catalán). Con el tiempo la palabra con el artículo “ad” o “al”, también de origen árabe, se transforma en la palabra aldaba que ha adquirido un significado diferente al originario. La barra de hierro se ha transformado en picapuerta.

El libro se compone de 20 poesías numeradas. Son 20 aldabas, o mejor dicho 20 golpes de aldaba. El poemario tiene dos personajes: ÉL, quien escribe, es decir el poeta, y ELLA, a quien va dirigida la poesía, su destinataria. Entre los dos protagonistas hay una puerta donde cuelga, fuera, la aldaba.Configurado este mínimo escenario se produce la tragedia. Sentimos un largo monólogo. Un hombre con cierta desesperación reflexiona de forma íntima y amarga sobre lo que parece ser la grave enfermedad de su amada. Se refleja en él la angustia por la posible pérdida del ser amorosamente querido. Hay dolor, desesperanza y una cierta añoranza por el tiempo vivido, pero no es una poesía angustiante. Los dos están vivos y también el amor, que se declara y se explica.

Las veinte aldabas son, en realidad, veinte escenas de un drama, muy parecido a lo que es la propia vida. Donde el vaivén de las puertas que se abren, que se cierran, que se llaman, con o sin respuesta, conforman un paisaje lamentablemente cotidiano. Lo que no es cotidiano es la belleza y el sentido musical y literario con el que el autor, con el compás instrumental de la aldaba, dirige el ritmo de sus maravillosos poemas. Pero el libro de Antonio Abdo es eso y mucho más. La progresión lectora de los poemas nos lleva, con gran sensibilidad, a diferentes sucesiones de secuencias amorosas. Vivimos con su lectura la angustia del enamoramiento, de todo aquello que el amor comporta tarde o temprano. Pienso en la separación del ser querido, el desamor que a veces llega, la ruptura que demasiadas veces se transforma en enemistad. Pero es evidente –pienso- que para que toda esa desazón ocurra antes ha tenido que haber ternura y amor. Nos encontramos frente a la dualidad en que se mueve la existencia humana: el goce de la vida y la tragedia de la muerte (a veces se muere en vida).

Las Aldabas de Antonio Abdo también me han hecho pensar sobre la individualidad del ser humano. Necesitamos amar y ser queridos, pero jamás podremos olvidar nuestra individualidad. El destino de los componentes de la pareja amada no será idéntico ni eterno, como hubieran querido algunos poetas. El tiempo y sus circunstancias limitan la secuencia amorosa, a pesar de que, como dice nuestro poeta Raimon “amor, amor es dura la sentencia”. Debemos, pues, acabar esta presentación dando paso a la palabra de Antonio Abdo, el protagonista de esta velada, quien de forma exquisita trata la secuencia del tiempo/amor: “No hay que decir mañana, pues no nos pertenece, y si algún día llega, conformará otro tiempo tan nuestro como éste, que hoy menospreciamos”.

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