Hace pocos días murió Nivaria Tejera –la gran escritora cubanocanaria– en su adorado París, a donde llegó en 1954. Desde 1959 a 1965, fue mediadora cultural de la embajada cubana en Italia, pero se enfadó con los revolucionarios y regresó a Francia. En el año 1971, ganó en Premio de Novela Biblioteca Breve con su obra “Sonámbulo del sol”, editada por Seix Barral en 1972.
Sobre la mesa en que escribo, reposa un ejemplar de esta primera edición. La sobrecubierta muestra una foto en blanco y negro de una acera de La Habana, original de Paolo Gasparini e incluida en el libro “La ciudad de las columnas” que firmaba junto a Alejo Carpentier.
Este ejemplar de «Sonámbulo…» lo encontré en una plaza de Santiago de Compostela. Fue una casualidad. Había ido yo a esta ciudad, no a recibir las gracias del apóstol, sino a buscar al dueño de una tasca.
Conocí a ese hombre en una aldea perdida de Galicia y me dijo que en su casa de Santiago tenía guardado un libro manuscrito –autoría de un difunto tío suyo– que demostraba el parentesco de una antepasada de la familia con el diputado doceañista canario Antonio Ruiz de Padrón. Concretamente, afirmaba que una sobrina de Ruiz de Padrón se había casado con uno de sus tatarabuelos.
–Sin problemas, Manuel. Te pasas por allí y te lo dejo, o bien le hacemos una fotocopia para que tengas la documentación.
No me creí la historia, pero sí confié en su buena fe. Sin embargo, él no debió pensar que yo me presentaría en su tugurio de Santiago de Compostela a recordarle su promesa el día que habíamos acordado. Lo sucedido en Santiago, lo consigné en mi diario. Escribí esa noche:
me lo encuentro cuando llega a la puerta cerrada de su tasca con unas bolsas de la compra. Lo saludo, me saluda apretándome con fiereza la mano con sus manazas, como suele hacer la gente insegura. Me dice que no ha encontrado el libro de su tío, que tenía muchas cosas y que ha encontrado todo, excepto los libros que a mí me interesaban. Intento ser flemático y le contesto que eso era lo que yo me imaginaba, que sí, que eso es exactamente lo que yo había pensado. Le di las gracias, no la mano –por temor a perderla con un segundo apretón– y me fui, pretextando prisas.
Ahora sé que para no encontrarme, cerró la tasca anoche y esta mañana. Probablemente, el asunto del libro había sido una fanfarronada para presumir delante de los que estábamos reunidos. En fin, creo que el cura José Trujillo Cabrera tenía razón, cuando en su libro sobre Ruiz de Padrón definió, o casi definió, a esa familia como patanes y mentirosos.
Algo he ganado en este viaje. Antes de ver a …, compré en una librería de ocasión al aire libre un libro sobre la Inquisición y otro de Nivaria Tejera: una novela que fue premio Seix Barral de 1971 y que se llama “Sonámbulo del sol”. Leí algo mientras comía en la Bodeguita de San Roque y me tiene entusiasmado.
Así que gracias a aquel tabernero mentiroso, me hice con la primera edición de ese libro. Por otro lado, ya conocía “Barranco”, la impactante novela de Nivaria sobre la guerra civil española vista por los ojos de una niña en Tenerife. Sin embargo, la lectura de “Sonámbulo del sol” me fascinó de tal manera que ya no pude soltar el libro hasta que leí el último párrafo: “a ver si se pudre con los días…”.
La obra consiste en doscientas páginas que contienen el hipnótico monólogo de un cubano que recorre La Habana. La narración está realizada en una prosa experimental cercana a la de Vargas Llosa y a los autores del boom latinoamericano, pero también cercana a otras fuentes literarias, como las obras de la escritora Gertrude Stein.
En la contraportada del libro hay una foto de pasaporte de Nivaria Tejera cuando debía tener treinta y ocho o treinta y nueve años. Ojos grandes, bien marcados con lápiz de cejas, una cabellera peinada a lo Gina Lollobrigida y un gesto de determinación en sus labios. El resto de su personalidad la conozco por lo que me contó el profesor Ulises Martín, cuya madre era amiga íntima de Nivaria desde los largos años en que ésta había vivido en Tenerife. Nada más natural que residir en una de las Islas Canarias, puesto que, como tantas otras familias, el padre de Nivaria era canario y su madre cubana.
Su biografía y su bibliografía se encuentran con facilidad en Internet. Recomiendo la lectura de alguna obra de Nivaria Tejera a quienes desconozcan su producción literaria. Con seguridad, se sorprenderán y se conmoverán, porque es imposible que no se remuevan los sentimientos con cualquiera de sus libros.
Sus libros… es lo que nos queda de Nivaria. Descanse en paz.
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