Crónicas de Fez: el Festival de las Músicas Sagradas del Mundo

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Músico acompañante de una boda tradicional del Magreb.

Naturalmente, sería imposible que en este festival estuvieran presentes todos los músicos excepcionales que existen en el mundo; no obstante, me atrevo a asegurarles que sí son excepcionales todos los que han estado en esta edición.

Los músicos que han participado en este festival, desde el 22 al 30 de mayo de 2015, poseen no sólo una calidad máxima a nivel internacional, sino esa clase de personalidad artística que proporciona un gran atractivo para cualquier amante de la música, de cualquier música.

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Cartel anunciador del Festival en la Plaza Batha.

DÓNDE Y CÓMO SE DESARROLLA EL FESTIVAL

Los escenarios en los que se llevan a cabo los tres o cuatro conciertos diarios son palacios bellísimos, jardines primaverales, impresionantes recintos amurallados,… que nos van imprimiendo a los asistentes un sentimiento especial desde que entramos.

Tan pronto ocupamos nuestros asientos, nos convertimos en cómplices de un público heterogéneo –niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos de muchos países– que ha llegado para disfrutar extraordinarias músicas venidas de todos los rincones del mundo.

Todos tenemos el deseo de saborearlas como si fueran manjares exquisitos. Aquí encuentran –encontramos– buenas porciones de felicidad los amantes del jazz, del gospel, del blues, de los ritmos étnicos, de la música clásica y hasta del pop y del rap.

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Museo Batha, un antiguo palacio donde se celebraron los coloquios.

Los debates diarios, que tienen lugar en el Museo Batha, no son menos interesantes que las actuaciones musicales. Proporcionan la oportunidad de escuchar a grandes conferenciantes y de participar en discusiones  que este año se centran sobre África y su cultura: pluralismo lingüístico, el pensamiento mágico y las cosmogonías, comercio y religión, León el Africano, la educación y la sanidad como indicadores del desarrollo,…

EL JAZZ DE ROBERTO FONSECA Y LA FRESCURA DE FOUTUMATA DIAWARA

Las sorpresas son diarias, a poco que uno asista con la mente abierta a los diversos actos. Por ejemplo, el martes 26, a las cuatro de la tarde, tiene lugar en el jardín de un palacio el concierto protagonizado por un grupo de jazz cubano acompañado de una cantante de Mali, llamada Fatoumata Diawara.

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La excepcional Fatoumata Diawara, durante el concierto.

La versión española de Wikipedia dedicados dos líneas a su biografía, una escasez que en absoluto hace justicia a su calidad interpretativa. Si se desea saber más, hay que acudir a la versión francesa.

Cinco minutos después de haber salido al escenario, Fatoumata Diawaraya ya ha rendido por completo a un público entendido que contempla arrobado sus interpretaciones de folklore Wassoulou fusionado con el excelente jazz del grupo que lidera Roberto Fonseca.

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Roberto Fonseca, pianista compositor de jazz a tener en cuenta.

El apasionamiento de la voz y de los movimientos de Fatoumata arrastra el piano de Fonseca (un experimentado aunque joven músico a quien tuve el placer de ver tocar con Buena Vista Social Club) y el jardín (verde y dorado por un sol que parece sentir también la magia de la tarde) se transforma en un espacio anclado en algún rincón del paraíso.

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La kora y el jazz parecen hechos el uno para el otro: el resultado de la fusión es muy satisfactoria.

Nadie se mueve de su silla, pendiente de las cascadas de notas salidas de una kora que serpentean entre la batería, el contrabajo y la guitarra eléctrica, agregando contrapuntos inverosímiles a la voz de Fatou y al piano de Roberto. Muchos hemos comprado un vaso de té a la menta para el concierto, pero nos olvidamos de beber y el líquido termina por entibiarse. Nosotros no nos enfriamos, la calidez del concierto nos lleva en volandas hasta el atardecer.

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Fatoumata Diawara tiene 33 años, pasó su infancia en Abidjan, desde donde se trasladó a Mali para, más tarde, convertirse en cantante y en una excelente actriz, ganadora de un premio en Cannes (1999).

EL MARCO IMPERIAL DEL FESTIVAL: LA ANTIGUA MEDINA

Fui por primera vez a Fez a principios de los años ochenta. Entonces, el zoco era más zoco, la miseria era más miseria, la Avenida Mohamed V era el gigantesco dormitorio de millares de mendigos y  la plaza de Bab Boujloud se llenaba al oscurecer de músicos tradicionales y contadores de viejas historias. Ya no es así.

Durante el festival actual, el enorme espacio de Bab Boujloud sirve para ofrecer cada noche un gran concierto popular al que acuden decenas de miles de personas de todas las edades.

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Plaza de Bab Boujloud, antiguo lugar de cuentacuentos convertido hoy en aparcamiento de coches.

Cuando el festival llega a su fin, el recinto vuelve a su actual uso: aparcamiento de coches. Los contadores de cuentos y los encantadores de serpientes –cada vez hay menos– aún se pueden hallar en Marrakech y en Meknés, una ciudad imperial que se encuentra a sólo media hora a bordo de un tren que cuesta 2 euros.

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Fez tiene su encanto en la Medina o ciudad antigua rodeada por una gran muralla. Su zoco o zona de mercadeo tradicional es un laberinto por el que se puede caminar durante días sin haber descubierto la mitad de sus callejuelas.

En cuanto al alojamiento, hay que elegir entre un establecimiento moderno en la ciudad nueva o un antiguo riad en la Medina, con las incomodidades propias de las construcciones de otras épocas, pero con el encanto que sólo la tradición proporciona.

Si hablamos de comidas, existe una multitud de restaurantes donde encontrar los excelente platos marroquíes, desde el cuscus al tajine pasando por la pastilla y otra serie de delicadezas gastronómicas. En los restaurantes de los riad suele haber buena cocina e, incluso, encontrar alguna botella de vino tinto.

Cada pocos metros alguien nos quiere vender algo, llevar a alguna parte o informar sobre dónde encontrar una auténtica ganga. Parece como si en el adn de los vecinos de la imperial ciudad se contuviese el mandato divino de abordar a cualquier extranjero tan pronto se advierta su presencia. Esto incluye a los niños, quienes buscan desesperadamente en sus cabecitas alguna oferta que pudiera interesar al guiri que se les está acercando. Es molesto, pero uno termina por acostumbrarse.

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Meknés (Mequínez) es una ciudad amable, bella, de gentes tranquilas que aman las tradiciones y las conservan.

Sin embargo, la gente de la vecina ciudad de Meknés posee un carácter diferente: no nos abordará en ningún momento y respetará nuestra intimidad turística (uno llega a descubrir que existe), lo cual resulta muy de agradecer.

Además de utilizar como lenguas maternas el árabe o el amasik de los bereberes (Fez es una ciudad multirracial y plurilingüe), los vecinos se expresan en francés de manera habitual, como en casi toda África. Mucha gente también habla inglés y algunos pocos pueden entender y expresarse en español o en italiano. Difícilmente, un visitante puede sentirse aislado en esta Babel de arquitecturas medievales, regateos fenicios e incesantes dicharachos.

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Actor de teatro Bhagavata Mela Melattur.

UNA VELADA DE TEATRO SACRO HINDÚ

Es muy difícil tener la oportunidad de asistir a una función de teatro Bhagavata Mela Melattur, incluso en la India, donde muy pocas veces se representa fuera del templo. Ésta es la primera vez que dicho teatro sale fuera fronteras indias.

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La danza del dios Ganesha.

Quiero hacer hincapié en que, por primera vez, este teatro ritual ha salido de su país de origen para mostrarse en el festival de Fez. Asistir no sólo fue un privilegio, sino una agradable sorpresa: espectáculo cargado de significados sociales, pleno de lírica y de un humor finísimo en el que se entremezclan los seres humanos con los dioses y los ritmos con las danzas.

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Las complejas relaciones de espiritualidad, de dominación, de celos y de miedos están representadas de manera espléndida en el teatro hindú.

Más de veinte actores y músicos participaron en este espectáculo que es el único heredero del teatro antiguo sánscrito. Ante nuestros ojos desfilaron Vishnu y Krishna con sus pieles pintadas de blanco y de rojo, ataviados con vestidos llamativos y engalanados con toda clase de joyas. Asistir al Festival de Músicas Sacras del Mundo de Fez es algo que ningún ser humano amante de la música o de las artes escénicas debería perderse, un acontecimiento para disfrutar, al menos, una vez en la vida.

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En una próxima entrega comentaré algunos otros espectáculos que me impresionaron de manera especial. Quizás a alguien le sirva para planificar una visita durante los próximos años al magnífico Festival de las Músicas Sagradas de Fez, el cual, por cierto, es mucho más que eso. Sin lugar a dudas.

CONTINÚA

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