MISERIAS Y FORTUNAS DEL ARCHIPIÉLAGO CANARIO EN EL SIGLO XVIII
Como cualquier territorio –quizás más, debido a su condición archipielágica–, Canarias ha disfrutado de condiciones favorables tanto como de penurias, derivadas de su situación geopolítica. Esta coyuntura no era más acusada en el siglo XVIII que en las anteriores centurias; sin embargo, a la luz de la Ilustración, los agravios comparativos con respecto a otras tierras hizo reaccionar a una parte de la aristocracia y de la intelectualidad isleña.
Un ejemplo de ello son estos mesurados aunque indignados párrafos, extraídos del tomo tercero de la obra Noticias de la historia general de las islas de Canaria (1776), de José de Viera y Clavijo, el historiador canario por antonomasia.
Las antiguas Afortunadas (las Canarias) son Reino. Su Escudo de armas representa en siete peñas sobre Ondas azules las siete Islas, con corona Real, y en el Gefe unas letras de oro que dicen: Océano.
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Las Canarias, en fin, han sido Patria de muchos insignes Varones en letras, dignidades, armas, hazañas y virtud. Distínguense en el mundo por su situación, su Meridiano, su Pico, su Árbol del Hierro, sus Vinos, sus pájaros, sus caballos de Lanzarote, su orchilla, su sangre de Drago, su Ligno Aloes o Leña Noel, su alpiste, su azúcar, su azufre, sus corales, sus confites de piedra y otras exquisitas producciones, asunto rico para nuestra Historia Natural.
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Y si esta sencilla recapitulación pareciere más un elogio que una Noticia Histórica, gracias al corto conocimiento que se suele tener en Europa y aun en España de las circunstancias de nuestras Islas. Mas no por eso se imaginen bienaventuranzas ni campos Elíseos en ellas. El especioso anverso de este medalla tiene un triste reverso.
Las Canarias son pobres. Sus frutos han venido á menos en cantidad y estimación. Sus glorias se han olvidado. El comercio de América (de nuestra América) es precario, odioso para Cádiz, cargado de prisiones, ruinoso para cosecheros y navegantes. El del Norte y Levante escaso y casi enteramente pasivo. Crece el luxo. No hay minas, no hay industria, no hay fomento. La despoblación y dispersión es notable, pero precisa.
La desunión en los negocios públicos, lastimosa. Faltan ideas. No hay espíritus. No hay Universidad literaria. No hay correo fijo de España. Los empleados se envían de la Corte, y la Corte está lejos. El cielo niega muchos años las lluvias. Las carnes son pocas. No hay nublados ni tempestades en los veranos; pero los aires Meridionales son vientos exterminadores que suelen traer la langosta.
En casos de guerra cualquier Corsario echa la llave al trato y comercio recíproco. Es verdad que ni las viruelas ni el sarampión fueron jamás males endémicos o propios del país: ellos desembarcan alguna vez de fuera; pero se padece la elefancía, la sarna y las hipocondrías rebeldes. Hasta aquí la Topografía de las Canarias.
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