Pues lo que es poner en valor [sic] y otras aberraciones político-gramaticales

Como hoy es fiesta, he estado medio escuchando la radio por la mañana. Ojalá no lo hubiera hecho. Entré en Radio Exterior de España con la esperanza de escuchar alguno de esos entretenidos y curiosos programas sobre los judíos sefardíes, pero me encontré con una entrevista sobre la accesibilidad en las ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad. Intervino la concejal de Patrimonio Histórico de La Laguna, una población tinerfeña donde he vivido durante muchos años, y confieso que al escucharla hablar terminé sonrojándome por vergüenza ajena.

burLa señora concejala no paraba de introducir muletillas inadecuadas en cualquier comentario. Perdí la cuenta de las veces que dijo «pues», «lo que es», «poner en valor»,… En fin, toda esa jerga ridícula que suelen utilizar, en mi tierra al menos, casi todos los concejales y consejeros de cultura, con el fin de escudarse tras una apariencia de esa cultura que no poseen ni por asomo. Sus discursos –hilarantes, si se tomaran a broma– suenan más o menos de esta manera:

–Quiero pues contestar a su pregunta sobre lo que es mi trabajo en lo que es este ayuntamiento para poner en valor pues lo que es «este» área que me ha tocado llevar en lo que es la ciudad, etc.

Así, hablan y hablan como auténticos loros de feria, diciendo poco o nada, en esta jerga casi ininteligible. Ellas y ellos deben creer que ”ponen en valor» una mesa si dicen:

–Restauramos pues lo que es una mesa.

En lugar de decir, simplemente:

–Restauramos una mesa.

A todo esto, debe añadirse su incapacidad notoria para colocar un determinante femenino junto a un nombre femenino que comience por «a». Les escuchamos decir: «este área», «este agua», «ese azúcar», etc.

No acaba aquí el repertorio de sus lindezas, pero no pretendo hacer sangre concejil. Tan sólo llamar la atención sobre un problema público, puesto que los jóvenes y los niños son propensos a contaminarse con estas ignorancias tantas veces repetidas en la radio y la televisión.

De poco vale que padres y educadores enseñen a hablar correctamente si, por el otro lado, políticos, locutores y presentadores son incapaces de hilvanar sus frases de manera adecuada.

Ni soy un purista de la lengua ni siquiera presumo de hablar o escribir con absoluta corrección; sin embargo, siento una enorme vergüenza ajena cuando escucho a los responsables políticos de la cultura. Un sonrojo debido al pensamiento de que sus infinitas patadas a la gramática evidencian que no son merecedores de ocupar un puesto que debería desempeñar otra persona medianamente culta.

Uno termina preguntándose qué barbaridades cometerán en su gestión cultural si no saben construir siquiera una frase gramaticalmente correcta. Qué tristeza.

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