
El cardenal Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, 17.12.1936), miembro de la Compañía de Jesús, fue elegido papa el día 13 de marzo de 2013 por el Colegio cardenalicio. Probablemente, a su deseo de congraciarse con las facciones católicas rivales a su orden, le condujo a elegir el nombre de Francisco (fundador de los franciscanos) en lugar de Ignacio (fundador de los jesuitas).
Destaca su acendrada oposición a los derechos de los homosexuales, llegando a enfrentarse al gobierno de su país por esta razón. Por otra parte, en su historial, existen sospechas sobre su actuación a favor de los gobernantes argentinos durante la dictadura.
En principio, puede afirmarse que no existen documentos verosímiles que indiquen que el cardenal Bergoglio haya desempeñado durante la Dictadura Militar colaboración con el régimen en contra de civiles o sacerdotes. Tampoco existe procesamiento o sentencia en juicio penal sobre este materia contra el prelado. Sin embargo, varios testigos relataron que su actuación durante el Proceso de Reorganización Nacional como sacerdote con poder político no solo no ayudó, sino que perjudicó a numerosos sacerdotes y laicos secuestrados, torturados y desaparecidos. En abril de 2010, su rol en la desaparición de sacerdotes y el apoyo a la represión habría sido confirmado por cinco testimonios: un sacerdote, un exsacerdote, una teóloga, un seglar de una fraternidad laica que en 1976 denunció en el Vaticano lo que ocurría en la Argentina, y un laico que fue secuestrado junto con dos sacerdotes. Bergoglio tuvo una reacción indignada ante estas acusaciones, y atribuyó al gobierno el escrutinio de sus actos.
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En 2010, el periodista Sergio Rubín escribió un libro denominado El jesuita en el que se refiere a «una denuncia periodística publicada unos pocos años atrás en Buenos Aires». Se refiere la del periodista Horacio Verbitsky en el diario Página/12 del 25 de abril de 1999 y del 9 de mayo de 1999, más tres libros.
Escribió el periodista Sergio Rubín:
Periodista: Según la denuncia, Yorio y Jalics consideraban que usted también los tachaba de subversivos, o poco menos, y ejercía una actitud persecutoria hacia ellos por su condición de progresistas.
Bergoglio: No quiero ceder a los que me quieren meter en un conventillo. Acabo de exponer, con toda sinceridad, cuál era mi visión sobre el desempeño de esos sacerdotes y la actitud que asumí tras su secuestro. Jalics, cuando vino a Buenos Aires, me visitó. Una vez, incluso, concelebramos la misa. Vino a dar cursos con mi permiso. En una oportunidad, la Santa Sede le ofreció aceptar su dimisión, pero él resolvió seguir dentro de la Compañía de Jesús. Repito: no los eché de la congregación, ni quería que quedaran desprotegidos.
Periodista: Además, la denuncia dice que tres años después, cuando Jalics residía en Alemania y en la Argentina todavía había una dictadura, le pidió que intercediera ante la Cancillería para que le renovaran el pasaporte sin tener que venir al país, pero que usted, si bien hizo el trámite, aconsejó a los funcionarios de la Secretaría de Culto del Ministerio de Relaciones Exteriores que no hicieran lugar a la solicitud por los antecedentes subversivos del sacerdote…
Bergoglio: No es exacto. Es verdad, sí, que Jalics ―que había nacido en Hungría, pero era ciudadano argentino con pasaporte argentino― me escribió siendo todavía provincial para pedirme la gestión, pues tenía temor fundado de venir a la Argentina y se detenido de nuevo. Yo, entonces, escribí una carta a las autoridades con la petición ―pero sin consignar la verdadera razón, sino aduciendo que el viaje era muy costoso― para lograr que se instruyera a la embajada en Bonn. La entregué en mano y el funcionario que la recibió me preguntó cómo fueron las circunstancias que precipitaron la salida de Jalics. “A él y a su compañero los acusaron de guerrilleros y no tenían nada que ver”, le respondí. “Bueno, déjeme la carta, que después le van a contestar”, fueron sus palabras.
Periodista: ¿Qué pasó después?
Bergoglio: El autor de la denuncia en mi contra revisó el archivo de la Secretaría de Culto y lo único que mencionó fue que encontró un papelito de aquel funcionario, en el que había escrito que yo le dije que fueron acusados de guerrilleros. Había consignado esa parte de la conversación pero no la otra en la que yo le señalaba que los sacerdotes no tenían nada que ver. Además el autor de la denuncia soslayó mi carta, donde yo ponía la cara por Jalics y hacía la petición.
(Sergio Rubín, El jesuita, capítulo 1410)
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El periodista Horacio Verbitsky publicó:
Nada fue así. En notas publicadas aquí y en mis libros El silencio y Doble juego, narré la historia y publiqué los documentos, comenzando por la carta por cuya omisión Bergoglio reclama. Luego sigue la recomendación del funcionario de Culto que lo recibió, Anselmo Orcoyen […] El tercer documento es definitorio. Ese «papelito», firmado por Orcoyen, dice que Jalics era «sospechoso contacto guerrilleros». El punto más interesante es el siguiente, porque remite a intimidades de la Compañía de Jesús, vistas desde la óptica de Bergoglio, que no había ninguna necesidad de confiar al funcionario de la dictadura: «Vivían en pequeña comunidad que el Superior jesuita disolvió en febrero de 1976 y se negaron a obedecer, solicitando la salida de la Compañía el 19 de marzo» […] La nota bene final es ilevantable: dice Orcoyen que estos datos le fueron suministrados «por el padre Jorge Mario Bergoglio».
Horacio Verbitsky
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La negativa del presidente del Episcopado también fue publicada en una entrevista con Clarín. En otro orden, si bien Bergoglio niega haber mutilado documentos para encubrir su actitud colaboracionista con la dictadura, Verbitsky publicó los documentos originales y el facsímil del libro para que los lectores pudiesen comparar.
A posteriori, cinco testimonios de curas y teólogos confirmarían el rol del cardenal durante la dictadura militar argentina en la desaparición de sacerdotes y su apoyo a la represión dictatorial. Los testigos son un sacerdote y un ex sacerdote, una teóloga, un seglar de una fraternidad laica que denunció en el Vaticano lo que ocurría en la Argentina en 1976 y un laico que fue secuestrado y torturado junto con dos sacerdotes que no reaparecieron.
El 8 de noviembre debió responder ante la Justicia por sus presunta complicidad con la dictadura. Según Horacio Verbitsky:
Bergoglio tuvo el privilegio de eludir la declaración pública en el tribunal que juzga los crímenes de la dictadura. En cambio los jueces aceptaron visitarlo en su arquidiócesis. Reconoció que en 1999 habló conmigo sobre el secuestro de sus entonces subordinados en la Compañía de Jesús, Orlando Yorio y Francisco Jalics. Pero dijo que nunca oyó hablar de la isla El Silencio, en el Tigre, propiedad del Arzobispado porteño, a la que fueron trasladados los prisioneros de la ESMA en 1979 para que no los encontrara la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Eso no es cierto, ya que en aquella entrevista Bergoglio me dio los datos precisos sobre el expediente sucesorio del solterón empleado de la Curia que figuraba como dueño de la propiedad. El papel manuscrito que me entregó se reproduce en esta página.
Horacio Verbitsky en Página/1213.

Pero, en entrevista publicada en el diario Perfil con fecha 18/04/2010, el Cardenal negó enfáticamente lo afirmado por Verbistky, frente a los periodistas del pretigiosos diario argentino, reconoció que el tema no podía omitirse y accedió a contar su versión sobre los hechos y la actitud que asumió en la noche negra que vivió la Argentina. “Si no hablé en su momento, fue para no hacerle el juego a nadie, no porque tuviese algo que ocultar”, afirmó.
—Cardenal: usted deslizó antes que durante la dictadura, escondió gente que estaba siendo perseguida. ¿Cómo fue aquello? ¿A cuántos protegió?
—En el colegio Máximo de la Compañía de Jesús, en San Miguel, en el Gran Buenos Aires, donde residía, escondí a unos cuantos. No recuerdo exactamente el número, pero fueron varios. Luego de la muerte de monseñor Enrique Angelelli (el obispo de La Rioja, que se caracterizó por su compromiso con los pobres), cobijé en el colegio Máximo a tres seminaristas de su diócesis que estudiaban teología. No estaban escondidos, pero sí cuidados, protegidos. Yendo a La Rioja para participar de un homenaje a Angelelli con motivo de cumplirse 30 años de su muerte, el obispo de Bariloche, Fernando Maletti, se encontró en el micro con uno de esos tres curas que está viviendo actualmente en Villa Eloísa, en la provincia de Santa Fe. Maletti no lo conocía, pero al ponerse a charlar, éste le contó que él y los otros dos sacerdotes veían en el colegio Máximo a personas que hacían “largos ejercicios espirituales de 20 días” y que, con el paso del tiempo, se dieron cuenta de que eso era una pantalla para esconder gente. Maletti después me lo contó, me dijo que no sabía toda esta historia y que habría que difundirla.
—Aparte de esconder gente, ¿hizo algunas otras cosas?
—Saqué del país, por Foz de Iguazú, a un joven que era bastante parecido a mí con mi cédula de identidad, vestido de sacerdote, con el clergiman y, de esa forma, pudo salvar su vida. Además, hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba, para abogar por personas secuestradas. Llegué a ver dos veces al general (Jorge) Videla y al almirante (Emilio) Massera. En uno de mis intentos de conversar con Videla, me las arreglé para averiguar qué capellán militar le oficiaba la misa y lo convencí para que dijera que se había enfermado y me enviara a mí en su reemplazo. Recuerdo que oficié en la residencia del comandante en Jefe del Ejército ante toda la familia de Videla, un sábado a la tarde. Después, le pedí a Videla hablar con él, siempre en plan de averiguar el paradero de los curas detenidos. A lugares de detención no fui, salvo una vez que concurrí a una base aeronáutica, cercana a San Miguel, de la vecina localidad de José C. Paz, para averiguar sobre la suerte de un muchacho.»
La nota en el Diario «Perfil» es más extensa, pero por motivos de espacio se transcribe solo parte de ella. Por último, cabE agregar que el Cardenal Bergoglio ha impulsado la causa de beatificación de tres sacerdotes y dos seminaristas Palotinos masacrados por la Dictadura Militar el 4 de junio de 1976, conocido el hecho como la masacre de San Patricio.
Opinión sobre la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo
Una de las cuestiones en las que el cardenal se enfrentó al gobierno fue el proyecto de Ley de Matrimonio entre Personas del Mismo Sexo. El 9 de julio de 2010, días antes de su aprobación, se hizo pública una nota de Bergoglio calificando como una «guerra de Dios» dicho proyecto, que contemplaba que las personas homosexuales pudieran contraer matrimonio y adoptar niños. En la nota del cardenal primado, dirigida a las monjas carmelitas de Buenos Aires, calificaba el avance legislativo del proyecto como «una movida del Diablo» y en la que alentaba a acompañar «esta guerra de Dios» contra la posibilidad de que los homosexuales pudieran casarse. El expresidente Néstor Kirchner criticó las «presiones» de la Iglesia sobre este asunto.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner acusó en duros términos a Bergoglio por la campaña contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, que se debatía en el Congreso. Fernández de Kirschner juzgó la postura de la Iglesia como propia de «tiempos medievales y de la Inquisición».[1]
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Nota: Wikipedia.
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