Un viaje de 250 años: TERCERA PARTE (Viera y Clavijo, Cristóbal del Hoyo y la Tertulia de Nava)

VIENE DE LA SEGUNDA PARTE

Juana se puso en pie con la taza de chocolate entre sus manos. El efecto de su frase fue demoledor. Se hizo un silencio sepulcral que solo parecían disfrutar dos personas: ella y el carcamal de su padre que la miraba embelesado sin darse cuenta de que un hilo de saliva colgaba de su barbilla.

–Y no estoy de acuerdo –continuó Juana con el tono más dulce de voz que era capaz de emitir– porque no creo que sea el clero ni la aristocracia lo que debe sostener a un regente… o a un reino. Una Nación ha de sustentarse sobre el poder ejecutivo sobre el poder legislativo y sobre el poder judicial. Si se hace de cualquier otra manera los súbditos de cualquier país estarán indefensos.
Volvió a sentarse. Cristóbal del Hoyo iba a aplaudir pero se contuvo a tiempo. Rezó para que alguien contestara adecuadamente a Juana y no quedara en evidencia desde su primera tertulia en Tenerife. José de Viera y Clavijo se dio cuenta de los apuros del marqués y tomó la palabra.
–Querida niña, me complace en sumo grado que haya usted leído y entendido al insigne Barón de Montesquieu. Ciertamente los tres poderes básicos que acaba de mencionar han de sustentar a un estado de corte constitucional como puede ser el británico. Sin embargo las monarquías tradicionales como la española o la francesa no se sustentan en esa triple base sino en instituciones de mayor solidez.
Un suspiro de alivio. Los reunidos volvieron sus miradas hacia sus tazas de chocolate. Algunas señoras empezaron a llenar sus bolsos con los dulces de las bandejas que los sirvientes habían depositado sobre las mesas.

–Siento contradecirle, don José –Juana había vuelto a tomar la palabra y esta vez tenía arreboladas las mejillas–, pero no puedo estar de acuerdo con su conclusión. Lo que yo creo es que sea cual sea la clase de regencia que haya en un país siempre debe garantizar que ningún súbdito tenga miedo de otro.
–¿Y quién habría de tener miedo en una Nación como la nuestra? –terció el orotavense Juan Antonio de Urtusáustegui disfrutando de echar más leña al fuego.
–Cualquiera que se viera indefenso ante los tribunales sin posibilidad de defenderse ante una ley injusta o ante un juez que no le de la razón frente al poder real o ante un contendiente con más títulos nobiliarios que él. Si no hay igualdad de todos los súbditos ante la Ley el gobierno de una Nación no puede ser un gobierno legítimo.
Varias manos se elevaron con presteza para replicar a Juana del Hoyo. Su padre sonrió satisfecho y tomó el primer sorbo de chocolate. Nunca había pensado que su incendiaria Juana fuese aceptada tan pronto en la sociedad tinerfeña. ¡Ni tan siquiera en la tertulia de Nava!
A la muerte de Cristóbal del Hoyo, el cual oficiaba de maestro de ceremonias en estas primeras tertulias, tomó el relevo Tomás de Nava que fortalecido por la capacidad organizadora de José de Viera y Clavijo dirigió la época más fértil de la tertulia que lleva su nombre. Entre los años 1758 y 1760 publicaron cincuenta números de un boletín manuscrito que llevaba por título Papel hebdomario dirigido por Viera y según él mismo dice contenía “varias noticias instructivas sobre historia natural, física y literatura”. En 1762 vio la luz el Correo de Canarias que constaría de seis ejemplares. La misma tertulia publicó cinco números de El Personero en 1764 con varios artículos dirigidos al Cabildo proponiendo reformas educativas: aumento de comunicaciones con España: creación de cátedras y de laboratorios. En 1765 siempre dirigido por Viera y Clavijo apareció La Gaceta de Daute que alcanzó mucha fama en la isla y dio a conocer a todos la Tertulia de Nava. En esta gaceta se publicaban artículos críticos que fueron tomados como ataques personales por algunas personas principales.
Desde sus inicios las lecturas de los tertulianos eran variadas y avanzadas: Rousseau el conde de Chesterfield Denelon Fleury Voltaire… Las familias más tradicionales y pacatas de La Laguna los consideraban auténticos acteos de Jalicia y si no procedían públicamente en su contra era por el temor que les inspiraba su estatus social. Los temas habituales de la Tertulia estaban referidos principalmente al análisis de las ciencias naturales como la Botánica y la Geología. Se aplicaban a los hallazgos arqueológicos tanto como a las ideas para desarrollar la higiene y la economía agrícola e industrial del archipiélago con la intención de formar campesinos sanos y artesanos hábiles. Evidentemente jamás hablaron de un mejor reparto de las riquezas ni del poder pues Santa Rita Rita Rita lo que se da no se quita. Asunto que pronto supo comprender la marquesita Juana del Hoyo.
En lo que nunca regatearon los marqueses fue en las deliciosas meriendas con chocolate como la que dos mozos y una doncella estaban sirviendo en aquella velada a los ilustres tertulianos que invariablemente se sorprendían y alababan el suave sabor a canela y vainilla que despedían las humeantes tazas de porcelana. Todavía estaban medio llenas cuando las sonrisas y la habilidad de Fernando de la Guerra lograron que el asunto de las garantías institucionales languideciera.
Sin embargo la décima del marqués de la Villa de San Andrés aprovechó el creciente silencio e inició su andadura sin que nadie pudiese detenerla por más tiempo en el pecho enardecido de su octogenario creador.

No se le oculta a Enriqueta
que del clima los descensos
se han convertido en intensos
tropiezos de mi escopeta
y si esta noche me reta
a una batalla de flores
cederé de mil amores
si antes la estufa caldea:
porque en frío no abalea
ni un trabuco de colores.

Aplausos. El marqués los recibió con una inclinación y la sonrisa picarona que no habían logrado borrar los años ni los encarcelamientos ni la justicia ni aun las industrias del Santo Oficio. La décima fue la señal de salida para reconducir por otros derroteros una tertulia que se anunciaba interesante.»

(Texto extractado de la novela «CANARIAS«, de Manuel Mora Morales, Editorial Malvasía, Islas Canarias, 2012. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso por escrito del autor)

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