La isla estaba atestada de espías del gobierno, llamados calies, los cuales delataban a los emigrantes como comunistas cada vez que protestaban por algo o se quejaban por no haberse respetado sus contratos. A veces, no hacía falta rebelarse contra la situación, porque los propios españoles también los delataban como enemigos del régimen trujillista para quedarse con sus tierras.