Uno de los episodios más conmovedores y desconocidos de la historia de la emigración canaria es el referido al último viaje del barco España, un vapor comprado por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo en Irlanda, a mediados de la década de 1950. Un barco desvencijado que destinó a trasladar emigrantes españoles a la República Dominicana.
Estamos en el año 1955. Es el mes de mayo. El día 19 es domingo y una pequeña multitud llegada desde muchos rincones del archipiélago llena el puerto de Santa Cruz de Tenerife desde las seis de la mañana. Cien emigrantes suben a bordo del barco «Franca C» que pronto parte con destino a La Guaira.
Don Arturo Alfonso (fallecido en 2010), emigrante retornado y fundador de la panadería Los Compadres, en Tenerife.
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Sin embargo, el gentío no se disuelve. Algunos grupos rasguean timples y guitarras, formando animadas parrandas, mientras otros abren maletas de madera y sacan gofio que amasan en sus zurrones. El sol es de justicia cuando en muelle Sur atraca un vapor llamado España.
La gente se acerca al barco, sin dejar de tocar y cantar. En cubierta hay muchos jóvenes. Al principio saludan con sus manos y, poco después, sacan gaitas y comienzan a tocarlas para unirse a la música de los canarios. Se trata de un grupo de gallegos que junto a valencianos, asturianos y castellanos se dirigen a trabajar como agricultores en la República Dominicana. Trescientos emigrantes canarios los han esperado para emigrar hacia el mismo destino. Luego, los emigrantes peninsulares bajaron del barco y se lanzaron a conocer Santa Cruz. Es día de fiesta y la Calle del Castillo está desierta. Pronto la llenan los agricultores emigrantes que cantan, gritan y bailan, en grupos.
Aunque la salida estaba prevista para las doce del mediodía del día 20 de mayo de 1955, sólo a las 23.00 horas, el barco España comenzó a realizar las maniobras de desatraque en Santa Cruz de Tenerife. Ya en el muelle no se oían las gaitas, los timples ni las canciones, únicamente pañuelos, palpitantes como lágrimas, despedían a los familiares. A bordo, trescientos canarios partían como emigrantes con destino a la Republica Dominicana.
Don Antonio Gombla, emigrante canario, vecino de Constanza (Rep. Dominicana).
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El barco abandonó lentamente la bahía, transportando 732 pasajeros procedentes de Castilla, Asturias, Galicia, Valencia (200) y Canarias (300 – 95 de La Palma – 61 de Gran Canaria – 1 de La Gomera – [175 de Tenerife, 50 de Gran Canaria – 75 de La Palma ]). Eran campesinos, excepto 25 maestros y un sacerdote. Según la prensa canaria, todos tenían una edad comprendida entre veinticinco y treinta años, pero eso no pasaba de ser otra de las innumerables mentiras que llenaban los periódicos de la época. En realidad, casi todos eran adolescentes menores de veinte años. Como afirma don Felipe Martín, uno de los que se embarcaron ese día:
“Yo vine a la edad de 19 años. Salí de mi casa faltándome diez días. Cumplí los diecinueve años en Tenerife.”
Según don Antonio Acosta:
“Vinimos de diecinueve años en el último viaje que dio el barco España. Fue la última emigración que vino. […] Veníamos todos solteros. Venían tres mujeres que se habían casado con tres de la tripulación; no sé si había una valenciana y las otras dos no me recuerdo de qué sitio de España eran.”
Una de aquellas mujeres era una popular camarera que trabajaba en un cafetería de las inmediaciones de la Plaza de España, en Santa Cruz de Tenerife.
El buque pertenecía a la marina dominicana, iba tripulado por militares y, según la prensa de la época, desplazaba 3.000 toneladas, tenía 425 metros de eslora y 57 de manga. Los medios de comunicación tinerfeños habían colmado de elogios lo que no era sino un montón de chatarra, con el nombre de “Camberra”, comprada en Escocia, por Leónidas Trujillo, dictador y tirano de la República Dominicana.
Portada del periódico El Dia (Santa Cruz de Tenerife), en la que se da cuenta de la visita del Generalísimo Trujillo a su compadre el Generalísimo Franco. En esta visita, ambos llegaron a un acuerdo para «blanquear» la República Dominicana con algunos miles de emigrantes españoles.
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Según el escritor Juan Carlos Díaz Lorenzo:
“[Era] un barco curiosísimo. Había sido un barco de construcción británica que había navegado con el nombre de Canberra en las líneas de Australia y que vino a Europa para hacer precisamente su última etapa como barco de la emigración española a la República Dominicana.
Tenemos que considerar como elementos importantes la coincidencia de regímenes dictatoriales, en aquella época, que permiten el traslado de emigrantes para el desarrollo agrícola de vastas y despobladas zonas de la República Dominicana. Y necesitaban un barco. Ese barco fue, insisto, el trasatlántico España.”
Trujillo había comprado el viejo vapor para vendérselo a la propia marina de guerra dominicana por una cantidad de dinero desorbitada. Este personaje, que se hacía llamar Generalísimo, había visitado España unos meses antes, invitado por el también Generalísimo Francisco Franco. El país lo conoció a través de los documentales del NODO, que se proyectaban en los cines obligatoriamente antes de cada película.
Ambos dictadores llegan a un acuerdo para enviar jóvenes españoles a trabajar en la agricultura y, de paso, blanquear la población dominicana, apareándose con sus mujeres.
La política de «blanquear» la raza no es nueva. Ya ha tenido lugar en Cuba, en el siglo XIX, y, antes aún, en la propia isla de Santo Domingo.
Según Abelardo Vicioso González, un escritor dominicano descendiente de canarios y ex fiscal militar de Trujillo:
Sello con la imagen de Rafael Leónidas Trujillo Molina.
“Él seguía la política que habían seguido otros gobiernos tradicionalmente aquí: mejorar la raza. De mejorar la raza… Traer blancos españoles trabajadores.”
Esto lo confirma el emigrante canario Ángel Velásquez, con esposa e hijos dominicanos, quien recuerda con ironía:
“Trujillo nos daba la tierra sembrada y todo. Éramos dioses los españolitos. Para que se casaran con las dominicanas y salieran muchachos más guapos. Eran feas, todas morenas, pues se casaban con las morenas y salían más guapos los muchachos.”
El Jefe, como conocían los dominicanos a Trujillo, había cambiado el nombre de Santo Domingo, la capital de su país, por el de Ciudad Trujillo. Hacia allí se dirigía el España, que debía tardar unos diez días, a una velocidad de quince nudos.
El capitán era Juan Beotegui Zamora, quien ordenó en Santa Cruz que se diera caza a cuantos polizones estuvieran a bordo. Así encontraron a un joven valenciano que se había escondido dentro de un barril y estaba cubierto de viruta. Fue de inmediato desembarcado y entregado a las autoridades. Lo mismo ocurrió con dos muchachos de Arafo que descansaban tranquilamente en el salón principal.
Los palmeros llegaron acompañados del cónsul dominicano en la isla, don Geo M. Conde de Lagen, y con los grancanarios iba don Domingo Hernández del Toro, con el mismo cargo en Las Palmas. El cónsul en Tenerife era por entonces, don Manuel Sánchez Laso. Antes de partir el barco, pronunció un encendido discurso de fraternidad hispanodominicana el representante personal del Generalísimo Trujillo, Manuel Fernández Cámara. Poco después de las once de la noche, el barco suelta amarras.
Don Felipe Martín, emigrante canario, vecino de Constanza (Rep. Dominicana).
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Los periódicos han dicho que el España es un vapor de lujo y los muchachos no tienen razones para dudarlo… hasta que suben a bordo. En palabras de uno de aquellos emigrantes, don Antonio Acosta Hernández:
“Veníamos seis en el camarote. Y los seis nos compartíamos lo que llevaba cada uno. Uno le daba al otro, de lo que no tenía, bueno y ahí nos mantuvimos.”
Los emigrantes canarios son campesinos que no han podido reunir el dinero necesario para embarcarse hacia otros países, como Venezuela, Argentina o Uruguay. Por esta razón aceptan partir hacia un destino incierto.
“¿Usted recuerda que antes no había emigración para fuera, que salían de noche, en Canarias, que salían así? Ahí no quedó casi un muchacho de las islas. Yo intenté tres veces salir de ahí y no pude. En la noche. Entonces salió esto para Santo Domingo, que le pagaban a uno todo y digo pues vámonos para allá, coño. Y vine aquí.”
(Don Antonio Gombla, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)
«Cuando nosotros íbamos a la policía a sacar los certificados de Buena Conducta, nos ponían muchos impedimentos. En La Palma había un [cónsul dominicano], en Tenerife había otro, en cada sitio había…
La misma policía no te decían nada delante de ellos, pero te llamaban:
–Mire, ustedes no saben para dónde van, dejen eso, no se vaya a ir… que por aquí, que por allí…
Yo me iba a salir de España desde los catorce años. El papá mío estaba en Venezuela, estuvo como cuatro o cinco años en Venezuela. Luego fue allá. Yo estaba preparando papeles. Tenía hasta el pasaporte y todo preparado para irme, pero me faltaba un contrato de trabajo porque era menor de edad y una gente que me protegiera allá.
En ese mes, él se fue, porque tuvo una enfermedad. Se vio enfermo de la cabeza y lo mandaron para allí. Y él me decía a mí: si tu hubieras llegado allá, yo no habría venido aquí. Digo bueno, pero no fue culpa mía, bueno.
Entonces cuando yo le dije a él que venía para Santo Domingo, dice:
–Mira, no te vayas a Santo Domingo, si tu quieres vete a Venezuela o a otro sitio que yo estuve en Santo Domingo como ocho horas o seis horas y no me gustó.
Tenía razón porque en Santo Domingo lo que había era la (calle) el Conde, la Duarte, la Mella, sabes,… Santo Domingo era un puñito. La capital era casi la zona colonial, era un chingue de tierra. Yo estoy hablando de esa época que no había más de un millón y medio o dos millones de habitantes.”
(Don Antonio Acosta Hernández, emigrante, Rep. Dominicana, 2003)
Vídeo con la Historia de la emigración canaria a la Repoública Domicana (producido por Amazonas Films, emitido por Televisión Canaria y dirigido por Manuel Mora Morales). PRONTO ESTARÁ DISPONIBLE LA VISUALIZACIÓN ON LINE DEL DOCUMENTAL COMPLETO.
Todos los Españoles que vinieron como inmigrante tenían el pasaje pago de regreso, el que no se quería quedar por la razón que fuera solo tenia que ir a la embajada española y lo mandaban de regreso, esa es la causa que por los menos un 70% de los inmigrante regresaron de nuevo a España. lo que se quedaron trabajaron duro de sol a sol. otro fueron a la embajada y pidieron el dinero del pasaje de regreso y se le daba pues con ese dinero compraban tierra y ganado, esa es la pura verdad, lo digo porque en mi pueblo llegaron inmigrante españoles en 1955.
Muy buena historia que todos dominicanos debemos leer
Todos los Españoles que vinieron como inmigrante tenían el pasaje pago de regreso, el que no se quería quedar por la razón que fuera solo tenia que ir a la embajada española y lo mandaban de regreso, esa es la causa que por los menos un 70% de los inmigrante regresaron de nuevo a España. lo que se quedaron trabajaron duro de sol a sol. otro fueron a la embajada y pidieron el dinero del pasaje de regreso y se le daba pues con ese dinero compraban tierra y ganado, esa es la pura verdad, lo digo porque en mi pueblo llegaron inmigrante españoles en 1955.